La Huerta de la Feli no es una huerta cualquiera. Late en el noroeste de la ciudad de Rosario, en el barrio La Cerámica, desde hace aproximadamente dos décadas. Ha atravesado los mismos vaivenes que el país, pero siempre logra mantenerse en pie. No hay registro exacto sobre la cantidad de familias que han sido beneficiadas a lo largo del tiempo, pero se sabe que entre 25 y 30 personas trabajan incansablemente durante todo el año para producir y luego vender en ferias.
Se erige sobre uno de los tantos terrenos municipales dedicados a la producción agroecológica de alimentos que caracteriza a Rosario. Se calcula que hay más de 800 hectáreas destinadas a este tipo de producción que involucra el trabajo de más de 300 huerteros y huerteras.
La fundadora de la iniciativa fue Felisa Valenzuela, quien falleció de manera inesperada en 2020 a los 82 años. Sus hijas, Laura y Roxana, prometieron hacerse cargo y sostener ese pulmón verde que alimenta a muchas familias.
Pero en 2021, Roxana también falleció. “Me quedé sola”, rememora Laura, aunque después se corrige: “En realidad, no, porque quienes estaban con mi mamá me dijeron que me iban a ayudar”. Y así fue. La Huerta es espacio de enseñanza, de trabajo, de abastecimiento, pero también de contención para las personas del barrio. “Si los jóvenes no estudian, tienen que trabajar, porque el trabajo dignifica”, dice Laura con seguridad.
Sin embargo, reconoce que el compromiso cuesta por las complejidades de vida que atraviesan los jóvenes. “Es terrible el problema de salud mental que hay con los chicos, con las chicas. Por ahí dejan, según su estado de ánimo, y después vuelven”, describe. También menciona los consumos problemáticos como parte importante de las dificultades que afrontan.
DIFUNDIR EN EL BARRIO
Es martes y son las dos de la tarde. Entre las calles República de Irak y Molina se encuentra el Centro Cuidar La Cerámica, dependiente de la Municipalidad de Rosario. En la salita, alrededor de 20 personas toman asiento mientras preparan sus mates y circulan unas cestas con chipá que salen de la cocina. Asisten a una de las tantas capacitaciones que brindan integrantes de La Huerta de la Feli. Les cuesta hablar en público, pero Laura los impulsa a hacerlo.
El “profe Walter”, como le dicen, explica las características de los diferentes árboles nativos. Sobre el ceibo, cuenta que se utiliza como analgésico, para los dolores de cabeza. Un hombre joven, sentado al fondo, se saca la gorra y levanta la mano. Pregunta qué parte del ceibo sirve y cuánto se necesita para hacer una infusión. Walter responde que se utiliza la corteza y señala que con un pedacito es suficiente.
Una vez finalizada la formación, se desplazan al patio del centro para plantar ceibo –la flor nacional–, también aguaribay, sen del campo y aromito o espinillo. Macarena, de 23 años, se encarga de entregar plantas y folletería con información sobre las diferentes hierbas de la huerta. Hay lavanda, cola de caballo y otras medicinales más.
Carlos tiene 28 años y cuenta que empezó en La Huerta de la Feli hace dos meses. “Me gusta todo: regamos, pasamos plantines, sacamos semillas, cosechamos, sembramos y también estamos haciendo un invernadero para cuando cae la helada”, explica. Le cuenta a Convivimos que lucha contra algunos problemas que hacen que le sea difícil ser constante. Además, acota: “El otro día encontré una ortiga y nadie la quiere, me sentí representado, como cuando uno se siente solo”.
A Ivana le gusta sembrar y cosechar. Llegó hace un año por conocidos en el barrio. “Vos plantás algo con tus propias manos, lo ves crecer, también te desconecta del afuera y te conecta con lo más tranquilo, con lo natural. A una le trae mucha calma, y es salud”, dice.
“A mí me gustó ver a los chicos del barrio sentados con los chicos de la facultad». Laura Ortigoza.
En La Huerta de la Feli hay zanahoria, acelga, hinojo, cebollita de verdeo, menta, cedrón, manzanilla, guayaba, lechuga, espinaca, limoneros, pomelo sidra, algarrobo y mucho más. Actualmente, participan 15 jóvenes y diez personas de más de 35 años. “La idea es que aprendan un oficio y puedan hacer su propio emprendimiento”, explica Laura.
Carlos, Ivana y Macarena junto a otras jóvenes de entre 15 y 24 años también fueron parte de la capacitación y plantación llevada a cabo en la Escuela Itatí de Corrientes, situada en el barrio. En esa oportunidad, 60 niñas y niños de cuatro a ocho años aprendieron acerca de la importancia de cuidar los árboles nativos y las plantas.
Los jóvenes de La Huerta de la Feli también participaron de la Cumbre de Jóvenes que tuvo lugar durante la Semana del Clima en Rosario, desarrollada en la zona céntrica. Allí, más de 300 chicos y chicas de la ciudad debatieron sobre el cambio climático y dieron a conocer sus iniciativas de cara a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 30º), que se celebrará en noviembre, en Brasil.
Laura quiso llevar a la mayor cantidad posible de jóvenes. Algunos jamás habían pisado el centro. “A mí me gustó ver a los chicos del barrio popular sentados con los chicos de la facultad y de otros colegios, porque son diferentes posibilidades de vida, pero yo les recalco que somos todos iguales”, finaliza con la convicción del trabajo realizado y el legado de “la Feli” que la acompaña y que ha dejado huella en tantas generaciones del barrio La Cerámica y sus alrededores.