A veces podemos sentir que estamos ante una avalancha de neologismos tecnológicos que invaden nuestro vocabulario cotidiano. Sin embargo, es posible ver estas nuevas palabras como ventanas a un mundo digital en rápida transformación, que reflejan no solo avances técnicos, sino también cambios culturales profundos.
Tomemos, por ejemplo, “criptomoneda”. Este término, nacido de la fusión entre la palabra griega krypto (oculto) y “moneda”, emergió con el surgimiento del bitcoin en 2009. La palabra captura la esencia de estas divisas digitales: secretas, codificadas y, para muchos, aún misteriosas. Su integración en nuestro léxico refleja cómo la blockchain (una tecnología que permite registrar y compartir transacciones de forma digital, inmutable y descentralizada) está redefiniendo nuestra concepción del dinero.
Pero no todas las nuevas palabras provienen del mundo de las finanzas. “Stalkear” es un verbo que escuchamos de la boca de los más chicos y que los más entrados en edad, de a poquito, vamos adoptando casi sin darnos cuenta. Deriva del inglés to stalk (acechar) y adquirió un significado específico en la era digital: seguir obsesivamente la actividad en redes de alguien. Aquí, podemos observar cómo un término que originalmente describía una conducta física se ha adaptado para capturar un comportamiento puramente virtual.
“Los idiomas siempre han tomado prestadas palabras de otras lenguas”.
Y hablando de comportamientos virtuales, ¿escucharon hablar de unboxing? Esta palabra, que literalmente significa “desempaquetar” en inglés, se ha convertido en un género de contenido en plataformas como YouTube. Lo que antes era un acto privado –abrir un paquete– se transformó en un espectáculo público, que refleja nuestra fascinación colectiva por lo nuevo y nuestra cultura de consumo.
Así también podemos hablar de los challenges virales, otro fenómeno nacido en las redes sociales. La palabra challenge, que en inglés significa “desafío”, adquirió una connotación específica en el contexto digital. Ya no se trata solo de un reto personal, sino de una actividad participativa que se propaga por Internet como un virus (de ahí lo de “viral”). Estos desafíos, que van desde lo divertido hasta lo peligroso, revelan nuestra necesidad de conexión y reconocimiento en la era digital.
La adopción de estos neologismos no está exenta de debate. Mientras algunos ven en ellos una señal de la vitalidad y adaptabilidad del español, otros temen una “contaminación” lingüística, especialmente por la influencia del inglés. Sin embargo, la historia nos muestra que los idiomas siempre han tomado prestadas palabras de otras lenguas. El español mismo es un testimonio de esta mezcla, con influencias del árabe, del francés y, ahora cada vez más, del inglés.
La Real Academia Española busca equilibrar la preservación del idioma con la necesidad de reflejar el uso real de los hablantes. Algunas palabras, como “tuitear” o “bloguero”, ya han sido aceptadas oficialmente. Otras, como “stalkear” o “challenge”, aún están en el limbo lingüístico, usadas ampliamente, pero sin aval oficial.