Se afirma que lo audiovisual concentra la atenciรณn y consume el tiempo de chicos y adolescentes.
La รบltima Encuesta Nacional de Consumos Culturales del Ministerio de Cultura de la Naciรณn Argentina contradice esa certeza.
Segรบn esta fuente, el grupo mรกs lector tiene entre 13 y 29 aรฑos; la mayorรญa (39 por ciento), tentada por novelas y cuentos.
Otra sorpresa viene de la mano de los menores de 6 aรฑos, que piden a sus mayores volver a reunirse en torno a los libros.
Padres, madres, abuelos y comedidos son motivados por una curiosidad infantil que espera cuentos, recuperando asรญ la alegrรญa y el placer de una comuniรณn familiar que supera cualquier entretenimiento.
Cada momento es รบnico; cada relato, una semilla plantada en el terreno fรฉrtil de la infancia.
La cosecha, como todo el mundo sabe, ocurre cuando debe ocurrir. A veces, en la misma niรฑez; a veces, en la adolescencia; y muchas, en la adultez.ย
Al igual que todo hรกbito que se instala temprano, nunca falla.
QUIรNES Y CUรNTO
Hay diversas maneras de evaluar quiรฉnes y cuรกnto leen. Una es el nรบmero de ejemplares elegidos cada aรฑo.
Estados Unidos de Amรฉrica y Canadรก encabezan la lista con un rango de 12 y 17 libros por persona.ย
Portugal, Espaรฑa y Francia representan a Europa con un promedio de entre 8 y 17. En Latinoamรฉrica dominan la Argentina, Chile y Colombia con un rango que va de 5,3 a 2,5 libros.
Otra forma de medir la lectura se basa en las horas semanales dedicadas.ย
Con este criterio, la lista de paรญses cambia radicalmente. En India dedican 10,7 horas promedio; en Tailandia 9,4; China 8; Filipinas 7,6; y Egipto 7,5. Todo parece confirmar cรณmo distintos hรกbitos culturales condicionan el acceso a los libros.
La Argentina promedia 5,5 horas semanales, una cifra representativa de Latinoamรฉrica, pero no homogรฉnea: adolescentes y adultos jรณvenes superan las 7 horas.
Si bien durante los aรฑos de escolarizaciรณn su tiempo de lectura estรก acotado por textos obligatorios, no son pocos los que inician lecturas recreativas (a pesar de los prejuicios generales, del escepticismoโฆ y de los telรฉfonos).
โLa cosecha, como todo el mundo sabe, ocurre cuando debe ocurrirโ.
Estas conquistas mejoran aรบn mรกs cuando los chicos conviven con adultos lectores. Asรญ lean artรญculos del diario, novelas o revistas deportivas, todo sirve.
Contra lo inesperado, las nuevas generaciones estรกn demostrando condiciones que las tientan a averiguar quรฉ guardan los libros de interesante. Al final del secundario y algo hastiados de lo digital, les brotan preguntas fundamentales: โยฟQuรฉ quiero hacer?โ, โยฟQuรฉ quiero ser?โ.
Esa combinaciรณn los motiva y estimula. Muchos descubren una frase de la antigua Grecia: โLa ficciรณn es una mentira que encubre profundas verdadesโ.
No quiere decir esto que los adolescentes abandonan sus telรฉfonos. Solo ensanchan su dรญa con lecturas en papel apenas descubren cuรกnto tiempo libre hay durante esa etapa de sus vidas. Prueba de ello es la multitud de devotos de novelas juveniles, fantรกsticas y de ciencia ficciรณn.
Luego crecen, y con nuevas responsabilidades laborales, se les termina el tiempo para leer. Aรฑoran hacerlo solo por placer.
Y cuando llegan a โgrandesโ retoman el ciclo circular: arrullando el sueรฑo de sus hijos leyendo los mismos cuentos, el tiempo detenido y la nostalgia a flor de piel.