Estamos tan contentos que tenemos ganas de tirar la casa por la ventana: ¡nuestra querida Convivimos cumple quince años! Para no quedarnos atrás con el festejo, desde este espacio vamos a soplar las velitas a través de las palabras.
Podemos empezar por la cotidiana y alegre “cumpleaños”. ¿Sabían que es una incorporación relativamente reciente al español? Su primera documentación aparece en el siglo XVIII, y la Real Academia Española la incluye por primera vez en el Diccionario de Autoridades (1734) con una definición sencilla: “Día en que se cumple el año del nacimiento de alguno”. Antes, el festejo llevaba otros nombres: “natalicio” (del latín natalicius, ‘relativo al nacimiento’) u “onomástico”, cuando se celebraba el santo correspondiente al nombre de pila.
Por su parte, el verbo “cumplir” tiene una historia más antigua y más solemne. Procede del latín complere, que significaba “llenar por completo”. De esa raíz deriva también “completo”. En su tránsito al romance, complere pasó a expresar la idea de llevar algo a su término, de realizar o satisfacer lo prometido. Por eso “cumplir años” es, etimológicamente, llenar de tiempo la vida, alcanzar la medida de un nuevo ciclo.
“Cumpleaños” llegó a nuestra lengua hace poco más de dos siglos y ya parece haber estado siempre. Quizá porque, más que una fecha, nombra un deseo: el de seguir llenando de sentido los días que pasan.
“No demoremos en llenar nuestras copas y brindemos por estas quince velitas”.
Durante siglos, el español no habló de “cumpleaños”, sino de “cumplir años” o “celebrar el día natalicio”. La palabra que hoy asociamos a torta y velitas surgió cuando el rito se secularizó: en las sociedades cristianas medievales, la efeméride importante era la del santo patrono. Solo con la Ilustración y el auge del individualismo burgués, en los siglos XVIII y XIX, el nacimiento personal empezó a celebrarse cada año. La lengua, sensible a los hábitos sociales, necesitó entonces una nueva palabra.
El lexicógrafo Joan Corominas, en su Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico (1980), confirma esa cronología y señala que “cumpleaños” es un derivado culto formado en España a partir del giro “cumplir años”. De modo análogo se crearon en otras lenguas europeas expresiones compuestas: birthday, anniversaire, Geburtstag.
En la literatura, el cumpleaños aparece como motivo de reflexión sobre el paso del tiempo y la identidad. En El cumpleaños de la infanta, Oscar Wilde convierte la fiesta en metáfora de la vanidad y la compasión. En la poesía de Sor Juana Inés de la Cruz, las alusiones al natalicio de los poderosos revelan el uso cortesano del festejo, mucho antes de la popularización doméstica que hoy conocemos.
Curiosamente, el español no acuñó una palabra para el “cumplemés” o el “cumple año y medio”, pero sí generó un verbo afectivo: “cumplir”, que abarca mucho más que la edad. Cumplimos promesas, sueños, metas. Esa polisemia explica su permanencia y su fuerza simbólica.
Habiendo llegado al fin, no demoremos en llenar nuestras copas y brindemos por estas quince velitas de Convivimos: ¡feliz cumpleaños!
