La incorporación al mundo laboral, la extensión de la educación y, en general, los cambios de la “modernización” del país contribuyeron a que cada vez fuesen más las mujeres que se salían del “molde” tradicional, que resultaba más notoriamente retrógrado.
La pretensión de mantener a la mujer sujeta a las funciones de madre, cocinera y devota religiosa chocaba cotidianamente con la realidad de ese mundo “moderno” al que los hombres del 80 habían integrado al país. Incluso el cosmopolitismo practicado por los gobiernos de aquel entonces jugaba en contra de esa pretensión, ya que, por entonces, en todos los “países civilizados” que tomaba de modelos, los movimientos políticos, gremiales y sociales en avance cuestionaban abiertamente las desigualdades.
En 1885, en la Universidad de Buenos Aires (UBA), se recibió como farmacéutica Élida Passo. Sin embargo, la misma institución le negó luego el ingreso a la carrera de Medicina, lo que llevó a un litigio, finalmente ganado por la demandante; pero Élida falleció muy joven, sin llegar a recibirse.
La primera médica recibida en nuestro país, también en la UBA, fue Cecilia Grierson. Nacida en Buenos Aires en 1859, como muchas mujeres de su generación, Grierson comenzó sus estudios en la Escuela Normal y se recibió de maestra en 1878. Del magisterio y gracias al antecedente de Élida Passo, ingresó a la carrera de Medicina y se doctoró en 1889.
Medicina pareció ser la carrera más dispuesta a recibir mujeres en esos primeros años. En 1892, se recibió Elvira Rawson, que como vimos participó como practicante en la atención de heridos durante la “Revolución del Parque”. Casada con Manuel Dellepiane, adhirió a la Unión Cívica Radical, en la que organizó un Comité Feminista, junto con Dolores Ruiz de Romero y Rosa E. Martínez de Vidal, entre otras.
Un caso particular es el de Petrona Eyle, fundadora de la Asociación de Universitarias. Nacida en Baradero en 1866 y recibida en la Escuela Normal de Concepción del Uruguay, su familia la envió a estudiar a Suiza, donde se recibió de médica en 1891, título que revalidó en Buenos Aires en 1893.
También se graduaron como médicas Bárbara Manthe de Imaz, Julieta Lanteri, Teresa Ratto y Alicia Moreau. En 1901 se recibieron las primeras odontólogas argentinas: Sara Justo (hermana de Juan B. Justo, uno de los fundadores del Partido Socialista), Catalina Marni, Antonia Arroyo y Leonilda Menedier. Celia Tapia y María Angélica Barreda fueron las primeras abogadas.
Una característica de estas primeras profesionales universitarias es que muchas de ellas pertenecían a familias de inmigrantes de buena posición económica, con padres profesionales y de ideas liberales. La otra es que, si bien desde 1880 habían comenzado a romper las barreras de ingreso, hasta la Reforma de 1918 las mujeres seguirían siendo una rareza en las universidades argentinas. Según un relevamiento de Graciela Maglie y Mónica García Frinchaboy, de los 6168 títulos otorgados entre 1900 y 1915 por las universidades nacionales, solo 159 correspondían a mujeres1.
1 Graciela Maglie y Mónica García Frinchaboy, Situación educativa de las mujeres en Argentina, Subsecretaría de la Mujer de la Nación – Unicef, Buenos Aires, 1988, pág. 30.