El gran Antonio Berni

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Ilustración: Pini Arpino

Antonio Berni nació en Rosario en mayo de 1905. A los nueve años, un artesano catalán lo incorporó a su taller como aprendiz, mientras comenzaba a estudiar Arte en el Centre Catalá de Rosario. 

Ya a los quince estaba exponiendo en el Salón Mari, y tres años más tarde en la prestigiosa galería Witcomb de Buenos Aires, mientras podía leer en los diarios porteños las críticas favorables a su obra, por entonces marcada por el impresionismo y el paisajismo.

A comienzos de la década del 20, se acercó a los muchachos del grupo Florida, lo que le permitió comenzar a vincular su obra con temas literarios. 

En 1925 consiguió una beca para viajar a España y al año siguiente logró exponer en el Salón de Madrid y recibir los elogios de la crítica. Berni cumplió el sueño de viajar a París, donde continuó su formación con los maestros André Lhote y Othon Friesz para instalarse luego en Arcueil, a unos pocos kilómetros de la ciudad luz. 

Tras un breve regreso a Rosario, gestionó otra beca que le permitió regresar a París y realizar en 1928 una importante exposición en Madrid. En aquel año conoció a dos de los máximos referentes del movimiento surrealista, Louis Aragón y André Bretón; y al pensador marxista Henri Lefebvre, hombres que lo marcaron estética y políticamente. Continuó su formación incorporando la técnica de grabado de la mano del maestro Max Jacob, mientras admiraba la obra de Giorgio de Chirico y René Magritte, y sus obras se acercaban al surrealismo. 

Tras el golpe de 1930, regresó a su patria y palpó la miseria y la opresión tanto en las zonas urbanas como rurales de aquella “década infame”. Todo el bagaje que trajo de Europa chocó violentamente con la censura, la desocupación y el hambre. En 1934 exhibió sus extraordinarias obras Manifestación y Desocupados, verdaderos manifiestos artísticos y políticos. 

Su obra Primeros pasos (1936) es considerada una de las obras maestras del arte argentino. El cuadro se encuentra en la tapa del catálogo de las cien obras más importantes del Museo Nacional de Bellas Artes. Dice el historiador de arte José Emilio Burucúa: “Aquel interior de primeros pasos, visto en perspectiva al modo de los artistas toscanos e iluminado a la manera de los venecianos, abierto hacia un paisaje de llanura que se hunde en la lejanía azul, resume la evolución del arte occidental (…). Berni ha elaborado esa herencia y con el dibujo incisivo de sus personajes nos ha introducido en una modernidad muy argentina: la mujer mira detrás de su máquina de coser hacia el recuerdo de su infancia o hacia la figura grácil de su hija (no podemos saberlo); la niña ensaya las primeras piruetas de una danza, mirando hacia lo alto y encantada por una luz superior que quizás ella misma transforma en la visión de las alturas del arte. Esa mujer ha colocado ante nosotros las realidades del trabajo duro, las ilusiones, los sueños y las frustraciones del proyecto de prosperidad sudamericana”.

En 1939 decoró el pabellón argentino en la exposición internacional de Nueva York y fue becado para estudiar en los Estados Unidos. En 1954 volvió a exponer en París con gran éxito. 

De 1946 data su obra Retrato, en la que se ve a dos chicos de clase media alta casi como la contracara de sus célebres Juanito Laguna y Ramona Montiel de fines de los 50. 

En el Instituto Di Tella presentó en 1965 su muestra “La voracidad o la pesadilla de Ramona”.

En los años 70 siguió con sus series sobre Ramona y Juanito, y con extraordinarios collages con material “de descarte”. Murió en octubre de 1981 dejando una obra extraordinaria, original y testimonial de una calidad exquisita y una sensibilidad infinita.