Con las voces de Niní Marshall, Pepe Arias y Fidel Pintos dándole vueltas en la cabeza, un niño de Dock Sud, pegado a la radio, seguía los diálogos desopilantes de los artistas de la época. Horas de historias de teatro en vivo, seguidas desde aquel artefacto mágico en el que cuando las voces se apagaban y solo se escuchaban las risas del público, no quedaba más remedio que imaginar lo que pasaba sobre el escenario. Historias que acompañaron a Beto desde muy chico y que encontraron años más tarde a un joven ávido por aprender y encauzar sus inclinaciones artísticas en el Conservatorio de Arte Dramático.
Estoy hablando de Luis Brandoni, el gran actor, el político, el “ciudadano actor”, como le gusta definirse, el cabal miembro de la Academia del Lunfardo, más porteño que el Obelisco y la avenida Corrientes.
Luis Brandoni es nuestro personaje de tapa. A los 84 años, sigue trabajando con la misma pasión que cuando debutó, hace más de seis décadas. “Ya en mi primer trabajo tuve la sensación de que había entrado en un camino del cual no me iba a poder apartar el resto de mi vida. Fue un hecho fundamental. Con todas las cosas a favor y en contra, con la costumbre de convivir con la falta de certeza sobre qué va a pasar el mes que viene, uno se sigue enamorando de esta profesión”, nos confesó.
Este mes, otro creador de ficciones nos acompaña como invitado. Luciano Lamberti, ganador del premio Clarín de novela, nos cuenta qué es lo que busca generar en los lectores: “Me gustaría que puedan sentir la emoción física, porque esa es la razón por la que seguimos viendo y leyendo historias. Lo físico, la identificación con un personaje, la empatía”. Y, además, “quedar resonando un rato” en las cabezas de los lectores.
No es exagerado pensar que algunas historias nos cambiaron la vida. Porque algo sucedió en nosotros cuando terminamos de leer aquel gran libro. Algo se transformó definitivamente en nosotros mirando esa película o viendo aquel cuadro. Porque “aunque pueda ser triste lo que suceda en la ficción, de ver un espectáculo todos salimos mejor de como entramos”, afirma Brandoni. Y tiene razón.
¡Buena vida!