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Afectados por la tecnología

A comienzos de la década de 2010, nadie podía imaginar los profundos cambios que tendrían lugar en la vida de los chicos y las chicas que hoy conforman la generación Z (nacidos entre 1996 y 2009).

Un cuarto de siglo después, este grupo muestra una auténtica epidemia de trastornos emocionales, ansiedad, depresión, percepción de soledad, autolesiones cuya frecuencia es desproporcionadamente mayor que la observada en cualquier otra generación previa.

Como los miembros más “viejos” de este grupo se acercan a sus 30 años, los problemas repercuten en su juventud, mostrando menor compromiso en sus vínculos personales, postergando de manera indefinida proyectos de familia, prolongando su estadía en la casa paterna y, contra toda presunción, mostrando menor interés sexual.

Varios Z tienen severa dificultad para los aprendizajes, pobre destreza física para realizar tareas domésticas o deportivas, y atención dispersa. 

En el ámbito laboral también se muestran inconstantes. Si bien la mayoría exhibe una sólida inteligencia y gran capacidad de trabajo, sus empleadores los identifican como “valiosos pero inestables”.

La primera causa que se piensa como origen de esos trastornos es la inmersión de los Z en la tecnología digital desde temprana edad y por tiempos prolongados.

Es difícil no atender a esta hipótesis. El tiempo destinado al uso tecnológico promedio entre los 11 y 19 años es de ocho horas al día; el doble de tiempo que otorgan a intercambios humanos. Una mitad la consumen en videos (principalmente en YouTube y TikTok) y la otra en chats, actividades académicas y laborales.

No obstante, y como todos los trastornos citados son de origen multicausal, es necesario considerar otras variables del contexto en el que han nacido y crecido los Z y que pueden influir de modo complementario.

Esta generación creció bajo la sombra de uno de los siglos más violentos de la historia, con dos guerras mundiales (bombas nucleares incluidas) y más de 114 conflictos bélicos oficialmente documentados en todo el planeta. Herencia suficiente como para comprender que buscaran escondites.

“Las pantallas representan para la generación Z más que una distracción”.

Los Z son hijos o hermanos menores de los Y, la primera generación familiarizada con la lógica digital, y la que introdujo las pantallas en el hogar; son hijos cibernéticos de padres hiperocupados.

Con esta generación comenzó el dramático descenso de la natalidad observado en el mundo, lo que condujo a una inédita percepción de soledad. Para ellos es natural tener más amigos en la web que en el barrio.

Los Z son quienes, con argumentos atendibles, cuestionan los métodos de aprendizaje tradicional para buscar alternativas más “veloces”.

Con tantos factores intercurrentes, es sencillo comprender que las pantallas representan para los Z más que una distracción. Tal vez sean un refugio para tanto desamparo externo.

Solo una de las variables que contribuyen a la epidemia podría considerarse vulnerable: el uso no controlado de la tecnología.

¿Podremos (las generaciones previas) intervenir para menguar el impacto? 

¿O al menos pensar que la generación siguiente (los alfa, nacidos después de 2010) crezca con menos contaminación mental?

Apague por un minuto su teléfono y piense en ello. 

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