En medio de tantas noticias relacionadas con el calor, con la temporada de verano, con las opciones de espectáculos, en este espacio los invito a hablar de gramática. ¡Esperen! Antes de cerrar la revista y mandarme a freír churros, les prometo que será un recorrido ameno que los hará pensar en otra cosa que no sean las altas temperaturas.
Los hablantes somos conscientes de que elegimos nombres, adjetivos y verbos, pero no somos conscientes (al menos en la misma medida) de que también escogemos preposiciones y artículos. Asimismo, tampoco analizamos si colocamos el sujeto delante o detrás del verbo.
Estas estructuras son dadas por la gramática; entonces, si no somos conscientes de su uso, ¿para qué estudiarla? “Estudiar gramática vendría a ser, aplicando esta forma de razonar, algo parecido a seguir cursos para caminar, respirar, actividades todas que realizamos sin esfuerzo”, ironizó Ignacio Bosque, miembro de la Real Academia Española. Pero luego agregó: “La gramática es la arquitectura del pensamiento. Es la parte más importante de la lengua. La gramática es el sistema que nos permite armar todo lo que pensamos, sentimos y decimos”.
La palabra “gramática” viene del griego grammatiké y es la parte de la lingüística (ciencia del lenguaje) que estudia la morfología y la sintaxis. Por un lado, la morfología analiza la estructura de las palabras: si son verbos, sustantivos, adjetivos, adverbios, etcétera. Por otro lado, la sintaxis se detiene en cómo se combinan las voces y las relaciones que se trazan entre ellas.
Ambas disciplinas se complementan y no son fáciles de separar. Por ejemplo: la morfología señala que el masculino singular del artículo definido es “el”; y, por su parte, la sintaxis afirma que en el sintagma (conjunto de palabras) “el árbol”, el artículo tiene la forma masculina singular porque debe concordar con el sustantivo “árbol”.
“Conocer la gramática es conocerse mejor a uno mismo”.
Como se puede observar, la gramática pone sobre la mesa procesos que resultan naturales para los hablantes, estas estructuras de la lengua nos pertenecen, están dentro de nosotros. De este modo, “conocer la gramática es conocerse mejor a uno mismo”, en términos de Bosque.
La historia de la gramática comienza en el siglo II antes de Cristo. En aquel momento, los estudiosos alejandrinos sintieron la necesidad de preservar los niveles literarios de la escritura griega alcanzados por los grandes autores de la época clásica. De este modo, Dionisio de Tracia redactó la primera gramática, que ofició de base para la primera sintaxis del griego, realizada por Apolonio Díscolo en el año 200 antes de Cristo. Estos textos fueron las piedras basales de las gramáticas que surgieron años más tarde.
Por su parte, la historia de la gramática española comenzó en 1492, cuando el humanista Antonio de Nebrija escribió la Gramática de la lengua castellana. Esta publicación tuvo dos objetivos: preservar la lengua castellana y servir de base para la enseñanza del idioma. En definitiva, consolidar la estructura de nuestra lengua.
¡Qué cosa de locos esta de repasar la historia de la gramática con este calor! Pero con un jugo de naranja, unos tererés o, por qué no, unos buenos matecitos bajo la sombra de un frondoso árbol, la lectura quizá se hará más placentera.