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El Flaco eterno

Ilustración: Pini Arpino

Luis Alberto, Luisito “el Flaco”, fue una de las personas más respetadas y queridas de nuestro país, lo que no es nada sencillo. Nació en 1950 y vivió muchos años en la casa familiar de la calle Arribeños 2853, cerca del barrio River y de la cancha del club de sus amores. 

Su papá, Luis Santiago, era cantante de tangos, y Luisito empezó a enamorarse de la música escuchando a su padre. Desde muy chiquito, ya cantaba algunos tanguitos. Según él mismo recordaba, debutó en Tucumán durante un viaje familiar en el marco de un festival donde con total falta de inhibición cantó Pity Pity, de Billy Cafaro. Pero el antes y después fue su presentación en el programa Escala Musical, que emitía Canal 13, donde cantó Sabor a nada, de Palito Ortega. Con lo que ganó en ese concurso pudo comprarse su primer disco, Beatles for sale, que le cambiaría la vida. Sin embargo, su primera composición musical es folklórica, la bella Barro tal vez, que muchos años después interpretaría magistralmente junto a Mercedes Sosa en aquel disco inolvidable de despedida de la Negra, Cantora

Tenía 15 años por entonces cuando también compuso Plegaria para un niño dormido. Se fue vinculando con amigos que ya tenían sus grupos (los Larkins y los Sbirros) hasta formar Almendra con Edelmiro Molinari, Rodolfo García y Emilio del Guercio. En enero de 1970 salió el primer LP con aquella emblemática tapa y temas que son parte de la historia grande del rock nacional, como Ana no duerme, Plegaria para un niño dormido y Muchacha (ojos de papel). Tras un viaje a una Europa todavía convulsionada por los ecos del 68, regresó con mucho arte visto, mucho cine, mucho happening y mucho rock. Vino entonces Pescado Rabioso y luego, según algunos, el primer disco conceptual de nuestra música, Artaud, lanzado en un año tan esperanzador como conflictivo, el 73. El Flaco había tenido algún contacto con la izquierda peronista, le había dedicado una canción al Che, y claramente se iba ubicando de un lado de la historia. No creyó necesario un compromiso político partidario y seguramente sintió, y no se equivocó, que podía hacer mucho desde su poesía y su música para mejorar y cambiar un mundo que, como a muchos, no le gustaba. 

Sería interminable detallar toda su carrera. A través de su obra, el Flaco nos fue enseñando a mirar la vida desde otros ángulos, con arte, con la locura tan necesaria; que la poesía puede ser algo cotidiano, que cada uno puede interpretarla como quiera. Hay en su obra lo mejor de muchas cosas, del folklore, de los poetas llamados “malditos”, de sus admirados Beatles, de las rebeliones de los 60, de las nuevas formas del amor, ecos de una generación a la que la vida y la política atravesó dejando huellas. El Flaco solidario, el de los recitales por la tragedia de la Escuela Ecos, el Flaco en la Carpa Blanca, el Flaco siempre presente contra el olvido, la impunidad y a favor de la vida y la buena memoria, invitando a la lucidez y la sensibilidad, y alertándonos contra el odio y la estupidez, que muchas veces van juntos. 

Se dio un gusto final con Las Bandas Eternas, se lo vio feliz en el estadio de Vélez repleto, como un chico, tocando con todos los que quiso, 31 músicos que tanto lo querían y que cada día lo quieren más. Luisito, un imprescindible, alguien de quien siempre tendremos un buen recuerdo, una buena memoria. 

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