Ilustración: Pini Arpino
¿Quién fue Eduarda Mansilla, la sobrina de Rosas admirada por Sarmiento?
La madre de Eduarda, que era hermana del “Restaurador”, había brillado en los salones por su belleza. Los poetas hablaban de sus ojos, de la perfección de su escote y del carmín de su boca, claramente subyugados. Sin embargo, Agustina decidió darles otra herencia a sus hijos, dotarlos de algo más importante y duradero: una sólida educación. En muchas ocasiones, incluso ella misma se encargó de darles clases a Lucio Victorio Mansilla, el futuro célebre escritor y a su hermana Eduarda.
Por eso, cuando a los 21 años Eduarda se casó con Manuel Rafael García Aguirre y salió al mundo, a nadie le llamó la atención que brillara, aunque, en su caso, por su cultura y sus dotes artísticas.
Manuel era diplomático, y desde el comienzo de su matrimonio con Eduarda, los viajes se sucedieron unos a otros. Uno de los primeros destinos de la pareja fue Estados Unidos. Allí Eduarda conoció a Lincoln, que estaba próximo a convertirse en presidente, y también se hizo amiga de Domingo Faustino Sarmiento, otro futuro primer mandatario, pero de la Argentina. ¡Muy encantadora e inteligente tiene que haber sido Eduarda para que Sarmiento tolerase entablar una relación tan estrecha con la sobrina de Rosas, su archienemigo!
Al sanjuanino debe haberle cautivado la amena conversación de esta dama, que, además de ser la mar de distinguida, escribía y muy bien. Eso se demostró ese mismo año, cuando el diario La Tribuna publicó dos de sus obras: un folletín con su versión de Lucía Miranda y su novela El médico de San Luis. Con esto, Eduarda daba el gran paso de convertirse en la primera escritora argentina en publicar sus obras con su verdadero nombre.
Pero ella tenía más de un talento, y estaba dispuesta a demostrarlo. Por eso, cuando tres años más tarde a Manuel lo enviaron a París, su mujer siguió sumando y aprovechó la estadía para estudiar canto lírico con los mejores, meterse en los círculos más importantes e influyentes de la capital francesa y dar algunos conciertos.
Nacida y criada para codearse con lo más destacado de la sociedad con total naturalidad, Eduarda se fue haciendo un nombre como anfitriona, y también el salón de su casa de París se convirtió en uno de los lugares donde había que estar. Ahí se daban cita Víctor Hugo, los Dumas, dramaturgos, políticos, historiadores y compositores.
De París, los García Mansilla se mudaron a Washington: el “amigo” Sarmiento había sido nombrado presidente y le pidió a Manuel que ocupara su cargo en la delegación argentina.
La agenda de Eduarda en este país se llenó de nuevos compromisos y eventos, incluyendo un buen número de cenas en la Casa Blanca, adonde eran invitados con frecuencia por el presidente norteamericano Ulysses Grant. Las veladas solían incluir conciertos de Eduarda al piano o interpretaciones líricas con su incomparable voz en alguno de los cuatro idiomas que hablaba.
Tanta agitación social no le impedía a Eduarda seguir escribiendo de todo: artículos periodísticos, novelas, cuentos infantiles y obras de teatro. Fruto de ese tesón es la novela Pablo, ou la vie dans les Pampas, que escribió en francés y que fue publicada en la revista L’Artiste, del famoso Arsène Houssaye, un señor que era algo así como el árbitro del buen gusto literario. Las buenas críticas se multiplicaron: Víctor Hugo, que de paso aprovechó para decirle que era muy bella, Edouard Laboulaye y, por supuesto, Sarmiento, quien destacó las gracias y los dones de su dilecta amiga.
En medio de todo esto, Eduarda tuvo seis hijos, y hasta los 58 años, cuando murió, siguió haciendo siempre lo que más le gustaba y sabía hacer: arte, arte y más arte.