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Segurola y Habana

Habrá que esperar a noviembre de 2030 para consagrar –si corresponde, discute y vota– una calle o algo más en homenaje a Diego Armando Maradona. Por lo pronto, la memoria colectiva argentina emparenta sin margen de duda al astro futbolístico con una esquina específica de Buenos Aires: Segurola y Habana. En esa esquina, en los dos últimos pisos del edificio que se erige en Segurola 4310, vivió Maradona con Claudia Villafañe y sus dos hijas, Dalma y Gianinna.

La dirección completa quedó inmortalizada la noche del domingo 7 de octubre de 1995, al terminar el partido Boca-Colón en el que el astro volvía al club xeneize luego de 14 años. Al margen de la emoción y un pobre 1-0 a favor del local, Maradona citó por televisión al defensor sabalero Julio César “el huevo” Toresani para dirimir en esa ochava del barrio de Villa de Devoto el entredicho que habían mantenido durante el partido. La pelea nunca llegó a consumarse, ambos se reencontraron en el mismo equipo dos años después y terminaron amigos.

Habana lleva el nombre desde 1889, cuando se publicó el plano del trazado general de Villa Devoto de Juan Buschiazzo y remite a la capital de Cuba, una ciudad importantísima en la vida de Maradona. ¿Casualidad? Su vínculo con la isla se resume en la relación que mantuvo con la revolución y Fidel Castro –recordemos que Diego tenía tatuado al Che en su brazo derecho y a Castro en su mágica zurda–, y porque la isla lo adoptó como un hogar: allí buscó recuperarse de sus adicciones.

Desde la ordenanza del 28 de octubre de 1904, la segunda calle recuerda a Saturnino Segurola y Lezica, sacerdote, funcionario, bibliotecario y diputado en la Asamblea de 1813. Segurola es conocido por ser uno de los promotores de la vacunación en la Argentina: durante 16 años sin interrupción, Segurola vacunaba todos los jueves por la tarde en una quinta ubicada en lo que hoy es Caballito.

En esa ochava porteña ya hay una placa, y luego del 25 de noviembre de 2020, los carteles fueron intervenidos como el cruce de Diego y Maradona. Claro que el barrio de La Paternal exigirá también ser escenario de algún recuerdo. Porque en Lascano 2257 se levanta la primera casa que tuvo Diego dentro de la ciudad de Buenos Aires, hoy convertida en museo. Allí se mudó cuando dejó su Villa Fiorito natal para debutar en la Primera del club ubicado a cinco cuadras, Argentinos Juniors. El estadio del Bicho lleva el nombre de su hijo dilecto, que, desde noviembre de 2020, tiene el altar principal donde decenas de feligreses tributan su memoria y dejan souvenirs.

Si bien Maradona excedió el fútbol en particular y el deporte en general, la ciudad no ha sido muy generosa con delanteros, defensores o arqueros. El tercer goleador en la tabla del fútbol argentino, Herminio Masantonio, héroe de Club Atlético Huracán, fue el primer jugador –y hasta ahora el único– en tener una calle en la ciudad, ubicada en Parque Patricios. Los considerandos del decreto de 1971 hablan de que “justamente en el barrio que recogió sus triunfos y en el que ganó un lugar de privilegio en el sentir ciudadano, ya que por sus virtudes deportivas y sus cualidades humanas, puestas de manifiesto a través de sus actuaciones futbolísticas dentro y fuera del país, su figura llegó a convertirse en uno de los símbolos más populares y queridos de esta ciudad”. 

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