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¡Salud!

Este tiempo loco nos tiene a mal traer. Entre un día helado y otro de temperatura superagradable, soplan vientos que reparten gripes y avivan alergias por doquier. Rodeados de pañuelos, de tés calentitos y de un par de aspirinas, los estornudos no nos dejan en paz.

¡Salud! por aquí. ¡Salud! por allá. Y así surge la pregunta inevitable: ¿por qué decimos “salud” a quien estornuda? 

Para responderla, nos tenemos que remontar al primer hombre: Adán. Así de lejos. Cuenta la tradición hebrea que cuando Eva (sí, en esta historia, esta mujer también tiene su cuota de culpa) le ofreció la manzana a Adán, este estornudó, lo que se interpretó como un mal presagio y como un símbolo de la presencia del demonio. 

Esta idea se mantuvo en los tiempos de Jacob (2000 a. de C.). Por aquel entonces, se pensaba que el alma se encontraba en el cerebro. Así, al generar el estornudo un fuerte sacudón, podría salirse el espíritu del cuerpo, lo que provocaría la inexorable muerte.

Da crédito de esta creencia un episodio de la Biblia en el Génesis, en el cual se relata que Jacob les daba bendiciones a sus hijos. En un momento, se interrumpen las bendiciones y se puede leer una súplica a Dios: “Esperaré la salvación de parte tuya, Jehová” (Gn. 49:18). Los estudiosos de las Sagradas Escrituras interpretan que en ese instante Jacob estornudó, entonces le pidió a Dios que le concediera un tiempo más de vida para poder concluir con los deseos para todos sus hijos.

Afortunadamente, las bendiciones continuaron, lo que deja entrever que Dios le concedió salud. Así planteadas las cosas, desear salud en nombre del Todopoderoso se hizo más que necesario.

“El estornudo fue oscilando entre símbolo de muerte y símbolo de salud a lo largo de la historia”.

En fin, como sabemos, todo cambia. “Lo único permanente es el cambio”, decía Heráclito. Así fue como, con el transcurso de los años, el estornudo pasó a ser considerado un signo de salud. En lenguaje llano, se dio vuelta la tortilla.

En la Biblia también, en el libro Segundo de Reyes, se narran los milagros realizados por el profeta hebreo Eliseo. En el capítulo 4, Eliseo le devuelve la vida a un niño, quien “estornudó siete veces y abrió los ojos”.

En la Edad Media, las cosas cambiaron otra vez. En una Europa asediada por la peste que se cobraba vidas por doquier, el estornudo era señal de persona enferma y a punto de morir. En ese momento, se empezó a popularizar la expresión “salud”, quizá a partir de la frase: “Dios te bendiga” (como sinónimo de que “Dios te ayude”), empleada por el papa Gregorio Magno para bendecir a quien estornudaba durante la plaga de la peste bubónica.

Así, el estornudo, cual péndulo, fue oscilando entre símbolo de muerte y símbolo de salud a lo largo de la historia. Lo que se mantuvo firme fue la tradición de darle buenos deseos a quien estornuda.

En un breve recorrido, encontramos que, en España, se dice “Jesús”; en los Estados Unidos, “(God) bless you” (que Dios te bendiga); en Alemania, “Gesundheit” (salud); en Italia, “Salute!” (¡salud!); en Francia, “À tes/vos souhaits!” (¡salud!). En definitiva, en estos días locos, a todos: ¡salud! 

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