Ilustración Pini Arpino
En noviembre de 1869, José Hernández no había publicado aún el libro que lo inmortalizaría. Era por entonces un duro opositor al gobierno de Domingo Faustino Sarmiento. Por aquellos días, Hernández publicó en su diario El Río de la Plata una serie de artículos sobre nuestras islas Malvinas inspirados en un viaje del entonces jefe de la Marina Nacional, Comandante D. Augusto Lasserre.
Dice en aquel informe: “Los argentinos, especialmente, no han podido olvidar que se trata de una parte muy importante del territorio nacional, usurpada a merced de circunstancias desfavorables, en una época indecisa, en que la nacionalidad luchaba aún con los escollos opuestos a su definitiva organización. Se concibe y se explica fácilmente ese sentimiento profundo y celoso de los pueblos por la integridad de su territorio, y que la usurpación de un solo palmo de tierra inquiete su existencia futura, como si se nos arrebatara un pedazo de nuestra carne. La usurpación no solo es el quebrantamiento de un derecho civil y político; es también la conculcación de una ley natural. Los pueblos necesitan del territorio con que han nacido a la vida política, como se necesita del aire para libre expansión de nuestros pulmones. Absorberle un pedazo de su territorio es arrebatarle un derecho, y esa injusticia envuelve un doble atentado, porque no solo es el despojo de una propiedad, sino que es también la amenaza de una nueva usurpación. El precedente de injusticia es siempre el temor de la injusticia, pues si la conformidad o la indiferencia del pueblo agraviado consolida la conquista de la fuerza, ¿quién le defenderá mañana contra una nueva tentativa de despojo o de usurpación? El pueblo comprende o siente esas verdades, y su inquietud es la intranquilidad de todos los pueblos que la historia señala como víctimas de iguales atentados. Allí donde ha habido un desconocimiento de la integridad territorial, hemos presenciado siempre los esfuerzos del pueblo damnificado por llegar a la reconquista del territorio usurpado. La importancia de las islas Malvinas es incuestionable. Su proximidad a la costa sud de nuestro territorio, sus inmejorables puertos para el comercio y navegación de aquellas costas, el valioso ramo de la pesca, la cría de ganados vacuno y lanar, para la cual se prestan maravillosamente sus fertilísimos campos, con ricas aguadas permanentes, todas estas son ventajas reconocidas por los que han visitado dichas islas”.
El Martín Fierro fue publicado a finales de 1872. Era un librito de unas 80 páginas que se agotó a los dos meses. Siguieron nueve ediciones sucesivas y una interesante polémica en la que terciaron, entre otros, Sarmiento, que se sintió aludido, y Mitre, quien le escribió una elogiosa carta a Hernández.
Esta primera parte del Martín Fierro respiraba rebeldía, su materia esencial era la injusticia a la que estaban sometidas aquellas vidas. Siete años después, Hernández había encontrado otros rumbos políticos y su lugar en el Partido Autonomista, por el que llegó a senador. Sintió que el país estaba cambiando, que Fierro debía volver a la “civilización”, dejar las tolderías y la marginalidad, y aceptar el lugar que le asignaba la nueva Argentina que se acercaba al 80.
En La vuelta de Martín Fierro, publicada en 1879 en una edición de lujo de 20.000 ejemplares, su protagonista dirá: “El que obedeciendo vive / nunca tiene suerte blanda / más con su soberbia agranda / el rigor en que padece / obedezca el que obedece / y será bueno el que manda”.
José Hernández murió el 21 de octubre de 1886. Los diarios titularon “Ha muerto el senador Martín Fierro”.