¿Alguna vez se preguntaron por qué el presidente de la Argentina es el padrino del séptimo hijo varón o de la séptima hija mujer? El origen del padrinazgo presidencial se encuentra en el mito del lobisón. Raro, ¿no? Revisemos la historia.
En el año 1907, Enrique Brost y Apolonia Holmann, una pareja alemana que había vivido muchos años en Rusia, residían en la Argentina cuando tuvieron a su séptimo hijo varón, José Brost, y le enviaron una carta al entonces presidente de la nación, José Figueroa Alcorta, para solicitarle que apadrinara a su niño.
Este pedido tenía sus raíces en una tradición rusa que establecía que el séptimo hijo varón sería un hombre lobo y la séptima hija mujer sería una bruja, entonces se rompía este hechizo con el padrinazgo de los zares.
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No hacía falta cruzar el charco para toparse con esta creencia, porque en la mitología guaraní (del nordeste de la Argentina), aparecían Taú, Keraná y sus siete hijos malditos.
Taú, quien representaba el mal, se había enamorado de la doncella más hermosa de la tribu, Keraná. Para enamorarla, Taú se encarnó en un joven apuesto, la visitó durante siete días e intentó raptarla. El bien, Angatupyry, intervino para rescatar a Keraná, pero venció el mal y se quedó con la mujer. Así, recayó sobre la pareja una terrible condena que consistió en la maldición de sus siete hijos.
El séptimo fue Luisón, el lobisón, un muchachito flaco y desgarbado que los martes y los viernes a la medianoche se convertía en una bestia horrible. Un enorme perro negro, con aliento fétido y patas de cabra, que deambulaba por las porquerizas buscando heces para alimentarse.
“EL ORIGEN DEL PADRINAZGO PRESIDENCIAL SE ENCUENTRA EN EL MITO DEL LOBISÓN. RARO, ¿NO?”.
Entre los mitos de aquí y los de acullá, se extendió la creencia popular de que sobre los séptimos hijos varones pesaba el estigma del lobisón. Entonces, para evitar la condena social, se instituyó el 24 de septiembre de 1973, durante el gobierno de Juan Domingo Perón, a través de un decreto, el padrinazgo presidencial para los niños nacidos en estas condiciones.
Un año después se promulgó la Ley 20.843, que extendió el padrinazgo del presidente a las séptimas hijas mujeres, pero si eran retoños de diferente sexo, el jefe del Estado no apadrinaba al número siete. Se instituyó, además, que estos ahijados tendrían una beca del Poder Ejecutivo para sus estudios primarios, secundarios y universitarios.
MODIFICACIÓN 2010
En el año 2010, se estableció un pequeño cambio. Sin buscar modificar el espíritu de esta tradición, se hizo extensivo el padrinazgo presidencial a todas las familias que tuvieran siete hijos, sean varones o mujeres en forma indistinta.
La intención de este cambio fue cobijar a las familias numerosas, para acompañarlas y darles la posibilidad de acceder a las becas de estudio.
CON «S»
“Lobisón” se escribe con “s” porque procede del portugués lobishome (hombre lobo). Sin embargo, la Real Academia Española reconoce que la variante con “z” está ampliamente documentada por varios diccionarios americanos, por lo que está permitida la doble grafía.