Con la popularización y el primer desarrollo del cine como industria, en él hallaron cabida actrices que ya tenían gran popularidad en el teatro, como María Esther y Blanca Podestá, Camila Quiroga u Orfilia Rico. Pero también aparecieron nuevas figuras.
Las carreras de algunas de ellas, como Lidia Liss (la Alcira de La chica de la calle Florida y con distintos papeles en otras ocho películas entre 1919 y 1925), Elena Guido o María Turguenova (la Esthercita de Organito de la tarde, de 1925, también dirigida por Ferreyra), no sobrevivirían el paso del cine mudo al sonoro.
Otras, en cambio, como Eva Franco (que en 1924 actuó en La cieguita de la avenida Alvear, dirigida por Julio Irigoyen), iniciaban en el “biógrafo” una extensa trayectoria.
El caso de Camila Quiroga es sumamente interesante. Nacida como Camila Passera en 1893 en Chajarí, Entre Ríos, en 1906 fue “descubierta” como actriz por Armando Discépolo y se integró a la compañía de los hermanos Podestá.
Adoptó el apellido de su marido, también actor y productor, Héctor Quiroga, con quien formó una compañía propia que antes de la Primera Guerra realizó una gira por Europa, algo poco frecuente entre los artistas argentinos.
Su carrera se extendería hasta su muerte, en 1948, con papeles destacados en clásicos del cine nacional, como Viento norte (1937), y una gran popularidad en el teatro y la radio.
“Camila Quiroga fue ‘descubierta’ como actriz por Armando Discépolo y se integró a la compañía de los hermanos Podestá”.
Entre 1916 y 1918, Camila Quiroga participó en nueve películas y al año siguiente marcó dos hitos relevantes: con su marido produjo y actuó en Juan sin ropa, dirigida por el técnico francés Georges Benoit sobre guion de José González Castillo, considerada la primera película argentina de “drama social”.
Si bien hay una historia romántica, con un “final feliz”, la trama se mete en la lucha de los obreros de un frigorífico en huelga, que son reprimidos por los “cosacos” de la policía montada.
En marzo de 1919, Camila Quiroga había participado en la creación de la Sociedad Argentina de Actores (posteriormente rebautizada “Asociación”), que de inmediato presentó a los empresarios un pliego de condiciones de trabajo: sueldo mínimo, un día de descanso, contrato único y una suma adicional para las actuaciones extra de la llamada función “vermouth” (la de las primeras horas de la tarde), que por entonces se estaba generalizando ante la gran afluencia de público y significaba jornadas de hasta 17 horas, entre funciones y ensayos, para los actores. 1
Ilustración: Pini Arpino.
1 Carolina González Velasco, “Gremios, asociaciones y partidos políticos: el asociacionismo en el mundo teatral porteño 1919-1926”, ponencia publicada en Programa Buenos Aires de Historia Política del Siglo XX (www.historiapolitica.com/datos/biblioteca/gvelasco2.pdf).