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El vaivén del estornudo

Llega marzo; y con este mes, el otoño. Son tiempos en los que el clima se pone un poco más loco que lo habitual. Entre un día fresco y otro de temperatura superagradable, soplan vientos que reparten gripes y avivan alergias por doquier. Rodeados de pañuelos, de tés calentitos y de un par de aspirinas, los estornudos no nos dejan en paz.

Entonces, empezamos a decir “¡Salud!” por aquí, “¡Salud!” por allá. Y así, entre pañuelos y buenos deseos, surge la pregunta inevitable: ¿por qué decimos “salud” a quien estornuda?

Para responderla, nos tenemos que remontar al primer hombre: Adán. Cuenta la tradición hebrea que cuando Eva le ofreció la manzana a Adán, este estornudó, lo que se interpretó como un mal presagio y como un símbolo de la presencia del demonio. 

Esta idea se mantuvo en los tiempos de Jacob. Por aquel entonces, se pensaba que el alma se encontraba en el cerebro. Así, al generar el estornudo un fuerte sacudón, podría salirse el espíritu del cuerpo, lo que provocaría la inexorable muerte. Terrible…

Da crédito de esta creencia un episodio de la Biblia, en el Génesis, en el cual se relata que Jacob bendecía a sus hijos. En un momento, se cortan las bendiciones y se puede leer una súplica a Dios: “Esperaré la salvación de parte tuya, Jehová” (Gn. 49:18).

Los estudiosos de las Sagradas Escrituras interpretan que en ese instante Jacob estornudó, entonces le pidió a Dios que le concediera un tiempo más de vida para poder concluir con los deseos para todos sus hijos.

Como puede leerse en el relato bíblico, Dios le permite a Jacob terminar con sus bendiciones; de allí, la tradición alberga el deseo de salud a quien estornuda.

TODO CAMBIA

“Lo único permanente es el cambio”, decía Heráclito. Así, el estornudo se abrazó a esta idea y, con el paso de los años, empezó a ser considerado un signo de salud. En lenguaje llano, se dio vuelta la tortilla.

“Entre pañuelos y buenos deseos, surge la pregunta inevitable: ¿por qué decimos saludʼ a quien estornuda?”.

En la Biblia también pasó lo mismo. Cosa de locos… En el libro segundo de Reyes, se narran los milagros realizados por el profeta hebreo Eliseo. En el capítulo 4, Eliseo le devuelve la vida a un niño, quien “estornudó siete veces y abrió los ojos”.

En la Edad Media, la historia cambió otra vez. En una Europa asediada por la peste, que se cobraba vidas por doquier, el estornudo era señal de persona enferma y a punto de morir. En ese momento, se empezó a popularizar la expresión “salud”, quizá a partir de la frase “Dios te bendiga” (como sinónimo de “Que Dios te ayude”), empleada por el papa Gregorio Magno para bendecir a quien estornudaba durante la plaga de la peste bubónica.

Como podemos ver en este breve repaso a través del tiempo, el estornudo fue oscilando entre símbolo de muerte y símbolo de salud. Lo que se mantuvo fue la tradición de darle buenos deseos a quien estornuda. Evidentemente, el estruendo de un estornudo irrumpe y el otro siente que algo debe decir.

Asimismo, si damos una vueltita por el mundo, veremos que esta práctica de saludar a quien estornuda es común en muchos países. En España, se dice “Jesús”; en Estados Unidos, “(God) bless you” (que Dios te bendiga). En Alemania, “Gesundheit” (salud); en Italia, “Salute!” (¡salud!); en Francia, “À tes/vos souhaits!” (¡salud!). A todos, en estos días locos: ¡salud! 

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