Esta vez, quiero comenzar contándoles una historia real. Hace un par de años, con mi pareja estábamos en Londres junto con un amigo que vivía allí. En uno de los paseos, entramos en un negocio porque mi pareja quería comprar un suvenir. Hablando con el vendedor y consultándole sobre el precio, le hizo una seña con los dedos en forma de “V” para referirse al número dos.
Tras verle la cara al comerciante, intercedió mi amigo para explicar que el gesto del argentino quería decir “dos”, que éramos turistas y que no había mala intención. ¿Qué pasó? Resulta que en Inglaterra esa seña equivale a nuestro dedo mayor en alto, con el que mandamos a freír churros a quien nos molesta. ¡Ups!
Muchas veces en este espacio hemos revisado el origen de las palabras. Nuestro español, al igual que nuestra cultura, es un crisol de razas: tiene un poquito de italiano, una pizca de árabe, otro poquitín de alemán y así la lista continúa. Ahora bien, ¿se preguntaron alguna vez qué pasa con los gestos?
Si hay préstamos entre lenguas respecto del léxico, ¿puede haberlos también entre gestos?
Para responder esto, una excelente opción es consultar al profesor catalán de filología Lluís Payrató.
Este catedrático sostiene que los únicos gestos globales de los que podemos hablar es de aquellos que compartimos con los primates, ya que son bastante semejantes en todas las culturas, como por ejemplo: sonreír, arquear las cejas, encoger los hombros.
Plantea, además, que el enorme universo de gestos se ha popularizado y expandido gracias a la influencia de los medios de comunicación, del cine y de la televisión. “Heredamos gestos en el sentido cultural: los mantenemos generación tras generación. Por ejemplo, algunos vienen de la antigüedad griega y romana (levantar el dedo como insulto, los cuernos, sacar la lengua)”, dice Payrató.
Asimismo, levantar el pulgar (para decir “bien”), formar un círculo con el índice y el pulgar (como el gesto de “un kilo y dos pancitos” de Carlitos Balá) o la “V” de la victoria con los dedos son de influencia anglosajona.
DE NAPOLITANOS Y CATALANES
Los argentinos tenemos gestos heredados a montones. Adam Kendon es un profesor inglés que estudió la gestualidad italiana (en especial, la de Nápoles). En su opinión, en esa ciudad del sur de Italia, que está superpoblada, la gestualidad se convierte en una forma de competir y de marcar el territorio usando todo el cuerpo.
Es común que los argentinos entendamos qué significa que los dedos pulgar e índice se froten ligeramente (seña de dinero) y qué representa una suave mordida en el puño (manifiesta bronca). Bien, he aquí la herencia napolitana.
Ahora bien, en Argentina y Uruguay llamamos “pito catalán” al gesto de burla que consiste en llevar el pulgar de la mano a la nariz mientras se agitan los dedos extendidos. Esta seña también funciona en la oralidad. Si decimos: “Me hizo pito catalán”, nos referimos a que alguien se burló de nosotros.
En los territorios donde se habla catalán, este gesto es llamado fer pam i pipa (palmo y pipa) y se acompaña oralmente con un “elis, elis…”.
Sepamos, entonces, que cuando andemos por el mundo será bueno cuidar los gestos para no generar algún enfado por ahí.
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