Dengue, sarampión, gripe y coronavirus: nombres que paralizan a la sociedad no sólo por sus consecuencias sobre la salud, sino por las advertencias y alarmas que generan.
Estos virus (en verdad, todos) estuvieron, están y seguirán estando mucho después de que la especie humana se haya extinguido. El origen griego de virus (ἰός= toxina o veneno), los califica, ya que se reproducen dentro de células de otros organismos, desde animales hasta plantas y bacterias. Importa -mientras nosotros sigamos aquí- lograr convivir con ellos sin pérdidas sensibles.
El sarampión dejó en nuestro país una enorme enseñanza. Cuando chicos y grandes fueron vacunados oportunamente, la enfermedad desapareció. No sólo no había enfermos, sino que se erradicó el virus de la comunidad. Luego, algunas personas decidieron no recibir vacunas; entonces el virus volvió y dañó. La estrategia nacional es actualizar las vacunas disponibles: en los niños, dos dosis de la vacuna triple viral (sarampión-rubeola-parotiditis): una al año de vida y otra entre los 5 y 6 años. En provincias con alta incidencia (por ahora, sólo Buenos Aires) se agrega una dosis denominada “cero”, desde los 6 meses de vida. Y para los adultos nacidos después del año 1965 se recomienda una dosis de vacuna doble viral (sarampión-rubeola). Los nacidos antes, se consideran inmunizados y no necesitan recibir vacuna antisarampión.
Para prevenir enfermedades mediadas por mosquitas (no es discriminación; los machos se alimentan con jugos vegetales y las hembras, con sangre) son archiconocidas: descacharrar, usar repelentes y aislantes físicos, no automedicar ante situaciones febriles y consultar ante hipertermia y dolores corporales severos. El clima frío se encargará de las larvas.
“El sarampión nos dejó una enorme enseñanza. Cuando chicos y grandes fueron vacunados, la enfermedad desapareció”.
En el final del otoño llegará el virus de la gripe estacional, para la que se dispone de una vacuna con las cepas 2020. Deben recibirla niños y niñas de entre 6 meses y 2 años, adultos mayores de 65 años y todos aquellos con alguna condición de riesgo. Es probable que el miedo genere que más personas se vacunen.
Y resta nombrar al virus que paraliza al mundo, perteneciente a la familia Coronaviridae: el COVID-19. A pesar de que entidades profesionales aseguran que “Para la mayoría de las personas la infección por COVID-19 causará una enfermedad leve”, las cifras en todos los países modifican esta percepción.
¿Qué factores facilitaron la explosiva siembra de esta virosis? Su rápido pasaje de persona a persona, el alto número de viajeros y la falta de anticuerpos en humanos, por tratarse de una mutación “fresca”.
Mientras las alertas mundiales siguen encendidas y los científicos aceleran el desarrollo de una vacuna, es posible que la cuarentena represente el método más eficaz para evitar la circulación del “veneno”. Este virus ha puesto en jaque a la humanidad, aunque ilusiona revisar el ciclo de otras pandemias ocurridas en los últimos 100 años, en los que la duración varió entre 8 y 14 meses.
Pensemos en afrontar las pandemias consecuentes: la prolongada convivencia familiar, los vaivenes en el aprendizaje a distancia y el escenario económico, cuando todo esto haya pasado.