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La Resistencia de Fernando

En los aรฑos 50, la ciudad de Resistencia, Chaco, ya lucรญa orgullosa la vida cultural de la que puede seguir disfrutando. Comenzaba a ser la capital de las esculturas que adornan sus calles y ya brillaba la creaciรณn de Aldo Boglietti, El Fogรณn de los Arrieros, especie de museo surrealista y refugio de artistas de los mรกs variados rubros provenientes de todos los rincones del paรญs, en el que todavรญa puede hallarse desde un botรณn del corpiรฑo de la gloriosa Rita Hayworth, pasando por la gallina de los huevos de oro, hasta el crรกneo del caballo Botafogo. Allรญ puede verse, en medio de una valiosa pinacoteca que incluye obras de Emilio Petorutti y Raรบl Soldi, la mรกs completa colecciรณn de fotografรญas de Fernando, uno de los personajes mรกs notables de la historia de la capital chaqueรฑa, sobre todo porque se trata, claro estรก, de un perro callejero, uno de los pocos canes, por no decir el รบnico, que tiene dos monumentos en una misma ciudad. Era blanco, lanudo y extraordinariamente astuto โ€“me muerdo por no decir ยซinteligenteยป, ya que se supone que es una condiciรณn exclusivamente humanaโ€“. Era el perro del mรบsico Fernando Ortiz, quien le dejรณ como herencia, antes de partir de este mundo, mucho cariรฑo, el alma de bohemio, un notable oรญdo musical adquirido en las noches de concierto que se prolongaban hasta el dรญa y su nombre. Fernando quedรณ โ€œhuรฉrfanoโ€ y fue de a poco adoptado por toda la ciudad. Acompaรฑaba la soledad de los abuelos y endulzaba la amargura del abandono de los chicos que, como รฉl, tenรญan a la calle como toda casa. Su dรญa arrancaba tempranito en el despacho del gerente del Banco Naciรณn, donde desayunaba cafรฉ con leche con medialunas. A veces preferรญa el mismo menรบ en el bar Sorrocabana. Para almorzar, elegรญa El madrileรฑo, donde tenรญa asignado su lugar preferencial. Se lo podรญa ver en las tardes por la plaza San Martรญn, a la sombra de los รกrboles, huyendo del calor profesional de Resistencia. Al atardecer, frecuentaba los atelieres de artistas como el pintor Renรฉ Brusseau o los escultores Vรญctor Marchese y Juan de Dios Mena.

โ€œFernando era blanco, lanudo y extraordinariamente astutoโ€.

Algunas noches, Fernando elegรญa una fiesta y entraba con todos los honores, porque los dueรฑos de casa consideraban de buen augurio la presencia del perrito. Otras, iba a algรบn concierto, se sentaba cerca del piano y, como su colega de la Vรญctor, escuchaba con atenciรณn y paraba molesto la oreja ante una pifiada del ejecutante. Me contaba Luis Landriscina: โ€œFernando era un perro que era de todos y de nadie, pero fundamentalmente de todos, todos lo cuidaban, pero รฉl se cuidaba solo. Tenรญa destellos de inteligencia que eran sobresalientes, de ir a hacer solo la cola para cuando habรญa vacunaciรณn. No tenรญa dueรฑo que lo llevara, se vacunabaโ€.

El 28 de mayo de 1963 fue un dรญa muy triste para Resistencia, un automovilista atropellรณ a Fernando y lo dejรณ tendido en el pavimento. Al dรญa siguiente, miles de personas se encolumnaron detrรกs del cajoncito que contenรญa sus restos. Iban rumbo a la puerta de El Fogรณn de los Arrieros, donde fue enterrado; allรญ se levantรณ uno de los monumentos. El otro, obra de su amigo Marchese, fue erigido en la vereda de la Casa de Gobierno, para que nadie se olvide de Fernando, para que los chicos les pregunten a sus abuelos โ€œยฟQuiรฉn es este perrito tan importante que tiene dos estatuas? ยฟUn perro prรณcer?โ€. 

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