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Deseos de fin de año

Guillermo Jaim Etcheverry

En Twitter: @jaim_etcheverry

El final de un año y el comienzo de otro siempre constituyen una oportunidad propicia para formular deseos, dando expresión a las esperanzas que todos abrigamos. Lo es más aún en esta oportunidad, ya que coincide con la inauguración de un nuevo período en nuestra historia institucional. Por eso, es oportuno enumerar unos pocos deseos en relación con nuestra maltrecha educación, confiando en que se logre materializar al menos parte de ellos en el período por comenzar:

1. Que todos los niños cuenten desde su nacimiento con la alimentación necesaria, así como con la estimulación sensorial y afectiva que les permitan desarrollar su capacidad de aprender. Sin asegurar esas condiciones en las etapas iniciales de la vida, es muy difícil lograr que luego aprendan.

2. Que los padres comprendan la importancia que tiene la experiencia escolar en la vida de sus hijos. Deberían dejar de considerarlos víctimas de las instituciones educativas para entender que las exigencias que les plantean, tanto ellos en sus hogares como los maestros y profesores en las escuelas, son fundamentales para el desarrollo de sus hijos. Ser exigidos es, pues, un derecho que asiste a los niños, ya que esa exigencia constituye una demostración del interés que tienen por ellos padres y maestros. 

“Es oportuno enumerar unos pocos deseos en relación con nuestra maltrecha educación”.

3. Que los mejores estudiantes se dediquen a la tarea de enseñar. Así como sin buena educación no hay gran país, sin buenos maestros no hay buena educación. Para lograr ese propósito es fundamental que aumente la consideración que la sociedad tiene por los maestros. Es preciso que la formación docente sea muy completa, seria y exigente para garantizar la buena calidad de quienes asumen la difícil tarea de enseñar a nuestros hijos.

4. Que se cumplan las previsiones legales en relación con los días de clase y con la cantidad de horas que pasan los chicos en las escuelas. Si bien con el tiempo en las aulas no basta para aprender, fuera de ellas se aprende menos.

5. Que al terminar la educación primaria los chicos sean capaces de leer, escribir y hablar, así como de comprender lo que leen, y, también, que hayan adquirido la capacidad de abstracción que les permita resolver problemas matemáticos. Esperemos que se deje de considerar que esos elementos básicos son “anticuados” justificando con ese calificativo la orientación de los contenidos hacia aspectos tecnológicos. Si bien estos son muy importantes, no deberían postergar la adquisición de las herramientas imprescindibles de las que hoy carecen demasiados chicos y jóvenes.

6. Que una proporción mayor de jóvenes complete la enseñanza secundaria, que hoy se requiere para encarar cualquier trabajo o estudio posterior. Busquemos los recursos más apropiados para interesar a nuestros estudiantes en el aprendizaje, mostrándoles que este es el medio para responder a su curiosidad siempre presente, ya que es una de las características esenciales de los humanos.

Si bien quedan pendientes otros muchos deseos, tanto o más importantes que los pocos aquí esbozados, si lográramos cumplir algunos de estos, estaríamos en condiciones de poder formular otros al concluir el año que se inicia y así alcanzar el objetivo de educar mejor a la mayor cantidad posible de nuestros ciudadanos. 

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