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Cuando California fue argentina

La flota comandada por Hipólito Bouchard estaba compuesta por argentinos, franceses, ingleses, malayos y hawaianos. Aquella especie de “torre de Babel flotante” puso proa a la capital más boreal del Imperio español en América: San Carlos de Monterrey, en la Alta California. La flota argentina arribó al escenario de las aventuras de El Zorro, el capitán Monasterio y el sargento García el 22 de noviembre de 1818. 

A poco de llegar, Bouchard ordenó a su teniente Pedro Cornet, que comandaba la Chacabuco, que inspeccionara el estado de las defensas españolas. Pero sucedió algo inesperado. De pronto, mientras caía la tarde, calmó completamente el viento y la nave quedó detenida y al alcance de los cañones de la fortaleza, que iniciaron un bombardeo incesante. La Chacabuco debió rendirse con un costo de varios muertos y decenas de prisioneros. Sin embargo, no pudo ser tomada porque los de Monterrey no tenían lanchas de asalto. Bouchard aprovechó la situación y logró reforzar la Chacabuco con los hombres de La Argentina, y planificó el ataque sobre la ciudad.

Al amanecer del 23, los dos buques argentinos comenzaron a bombardear el fuerte de Monterrey. Desde tierra respondieron con fuego a discreción. El combate se prolongó hasta la mañana del 24, cuando Bouchard y 200 de los suyos pudieron desembarcar y establecer una cabeza de playa. Enfrentaban a una fuerza de caballería de más de 300 hombres. California era argentina. Así lo atestiguaban las banderas de Belgrano que flameaban en lo alto de todos los edificios de Monterrey. 

“La reconstrucción de la capital de California les llevaría seis meses a los españoles”.

El jefe franco-argentino ordenó la requisa general de víveres y de todas las propiedades del rey. 

Nada español quedó en pie, comenzando por la residencia del gobernador y continuando por todas las piezas de artillería que no pudieron ser embarcadas. Solo se respetaron las propiedades de los americanos que, según el testimonio de los revolucionarios locales, apoyaban la causa de la libertad. La reconstrucción de la capital de California les llevaría seis meses a los españoles.

Bouchard recibió informes sobre la existencia de un “rancho” llamado “El Refugio”, la estancia de un español donde se martirizaba a los patriotas mexicanos. El corsario armó un pelotón de 60 hombres que partió en busca del personaje, pero afortunadamente para él, pudo darse a la fuga. Los hombres de Bouchard lograron liberar a todos los detenidos y capturar a dos oficiales enemigos y dos soldados. De El Refugio y de todas las propiedades del que martirizaba a los patriotas no quedó ni la memoria. 

Tras el ataque a Monterrey, las tropas de Bouchard llegaron a Santa Bárbara, donde había decenas de detenidos. Todos fueron liberados por los argentinos. El 11 de agosto de 1818 las naves argentinas llegaron a San Juan Capistrano. Bouchard intimó la rendición al jefe español del poblado, quien no tuvo mejor idea que contestarle que tenía “bastante pólvora y balas para darle”. La provocación fue respondida de inmediato y cien hombres al mando del teniente Cornet incendiaron el pueblo; solo dejaron en pie la iglesia y las propiedades de “americanos amigos”. Se desconoce el paradero del temerario jefe español. Todos los puertos y poblados de California habían sido arrasados por los corsarios argentinos. 

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