Guillermo Jaim Etcheverry
Médico, científico y académico; rector de la Universidad de Buenos Aires entre 2002 y 2006. En Twitter: @jaim_etcheverry
El actual presidente de Francia, Emmanuel Macron, prometió durante su campaña prohibir el uso de los teléfonos celulares en las escuelas de ese país como parte de un plan de grandes reformas de la enseñanza. Su ministro de Educación, Jean-Michel Blanquer, ya anunció que esa prohibición a los menores de 15 años se hará efectiva en las escuelas a partir de septiembre de 2018 por considerar que se trata de un problema de salud pública. Una investigación llevada a cabo en la Universidad de Texas demostró que las miradas furtivas al celular pueden reducir la productividad, la velocidad de respuesta y el rendimiento escolar.
La explosiva difusión de esos dispositivos ha hecho que los alumnos ya no se relacionen entre ellos en los recreos y que, además, estén permanentemente distraídos durante las horas de clase. No hace mucho, en una escuela inglesa, se llevó a cabo una experiencia en la que los estudiantes se prestaron a “desintoxicarse” dejando de utilizar los celulares durante una semana. Una de las jóvenes comentó: “Los primeros dos días fueron muy difíciles, pero al concluir la semana ya no extrañaba el teléfono, porque logré hacer mi mejor trabajo en mucho tiempo y no estaba cansada. Normalmente me acuesto y estoy con el celular durante una hora antes de dormirme. Esa semana me desperté al cabo de ocho horas de sueño y me sentí mejor, lo que realmente me impresionó”.
Otro interesante estudio realizado en la London School of Economics en 2015 demostró que la prohibición del uso de celulares en las escuelas mejoró en un 6,4 por ciento las calificaciones de alumnos de 16 años, el equivalente de añadir cinco días de clase anuales. Sus autores, Louis-Philippe Beland y Richard Murphy, señalaron que esa mejoría fue más notable en los alumnos que provenían de familias de menores ingresos así como en quienes obtenían las peores notas. Ese hecho, que indica que la prohibición ejerce escasa influencia en los alumnos cuyo rendimiento es mejor, sugiere que los peores estudiantes se distraen más fácilmente, mientras que los mejores son capaces de concentrarse en lo que sucede en el aula, independientemente de la presencia de los móviles.
“Consultar el teléfono es una escapatoria accesible ante una tarea que presenta dificultades”.
Pero los mismos autores del estudio citado mencionan que, si bien los alumnos de las escuelas que limitan el uso de los celulares logran mejorar sus resultados, no se puede descartar la posibilidad de que esos dispositivos proporcionen una herramienta útil cuando su empleo en el aula está justificado. Las facilidades que brindan para investigar, para compartir información y para lograr hacer de la clase una experiencia dinámica y motivadora merecen ser tenidas en cuenta como lo señalan otros estudios.
De todas maneras, estas observaciones confirman la importancia de analizar con detenimiento el impacto de las tecnologías en la escuela, ya que de lo que aquí se trata es de advertir su potencial de distracción: consultar el teléfono es una escapatoria accesible ante una tarea que presenta dificultades. Como ya es habitual en el debate contemporáneo, lo que está en discusión es la necesidad de contar con evaluaciones precisas acerca de las ventajas que ofrecen las nuevas tecnologías sin dejar de considerar, al mismo tiempo, el precio que se paga por ellas.