Un clásico se consagra como tal porque trasciende al tiempo y a las generaciones. Claro que, si se trata de una bebida, la calidad y la diversidad son fundamentales para que esto suceda. Pero más importante es que esa bebida encuentre su lugar. El vermú estuvo, está y seguirá estando entre nosotros. Por un lado, porque es una herencia de los inmigrantes que ayudaron a forjar esta nación. Y, por el otro, porque se convirtió en una sana y rica costumbre antes de las comidas. Si bien la herencia del vermú se remonta a la Edad Media, los dos estilos predominantes –el rosso italiano y el blanco seco francés– se crearon hace dos siglos aproximadamente. Su nombre deriva del vocablo alemán wermut, que significa “ajenjo”, planta medicinal imprescindible para su aromatización. Con el tiempo, se transformó en vermouth, y acá se conoció como “vermut” o “vermú”. En la Argentina se popularizó el tradicional italiano, que combinaba ingredientes y productos disponibles en los alrededores de Torino, fundamentalmente vino (75 por ciento de su composición) y hierbas aromáticas que le confieren su personalidad y gusto característico y que tanto se disfruta antes de las comidas. Actualmente, muchas bodegas argentinas y de diversas regiones vitivinícolas han aprovechado para subirse a la moda y elaborar sus propios vermús. Mientras algunos son al estilo tradicional, otros resultan más modernos y concentrados, pero todos comparten el objetivo de ganarse un lugarcito en las mesas, en la tradicional ocasión de consumo, antes de las comidas. Y más en verano.
MINI GUÍA DE VINOS
PRIVADO OASIS CABERNET FRANC 2022
Bodega Jorge Rubio, Oasis Sur, Mendoza ($13.000)
Puntos: 89
Elaborado con uvas de viñedos plantados hace 25 años, el reconocido autor de vinos se suma a la moda de este varietal con un vino expresivo y equilibrado. De aromas intensos, con buena fruta y dejos herbales. De paladar amplio y franco, con taninos incipientes que resaltan las especias y las hierbas en su final persistente. Ideal para acompañar chivito al asador.
NIETO SENETINER BRUT NATURE
Nieto Senetiner, Valle de Uco, Mendoza ($14.600)
Puntos: 90
Pocos saben que este espumoso nació en 1995, de la mano del enólogo Roberto González. Un método Charmat pensado más desde el vino. Por eso fue pionero en ese aspecto asalmonado (hoy tan de moda). Actualmente se hace con uvas Pinot Noir (principalmente) del Valle de Uco, y mantiene esos aromas de frutas rojas y un paladar envolvente, resulta fresco y con burbujas equilibradas.
ALTA YARÍ PINOT NOIR 2022
Alta Yarí, Gualtallary, Valle de Uco ($30.000)
Puntos: 91
Es la última novedad de esta pequeña bodega de altura, pero con mucha experiencia detrás. Un auténtico tinto de montaña, con el aspecto y la fluidez de un buen Pinot Noir. De aromas expresivos y paladar en línea, tenso y fresco, con buena tipicidad frutal rodeada por dejos herbales que hablan del lugar extremo. En el final se siente suave el paso por barricas de roble francés.
TIPS
En esta época del año, hay un gran desafío para aquellos que quieren beber los vinos: servirlos a la temperatura ideal, algo fundamental para garantizar un mayor disfrute. No es cuestión de tener un termómetro a mano, sino simplemente de prestar atención. Los espumosos se sirven bien fríos, puede ser como salen de la heladera (a 4 grados). Igual, se recomienda ponerlos en una frapera con agua, hielo y sal gruesa (absorbe temperatura del agua), para que se mantenga a la temperatura ideal. Los vinos blancos, rosados y dulces no tanto, pero deben llegar a las copas siempre fresquitos. Y con los tintos pasa algo parecido. Porque las botellas deben estar siempre frescas, ya que las antiguas “chambres” (ambientes de los castillos) donde reposaban los vinos eran frías. Y, por ende, la famosa temperatura ambiente no refiere a nuestro ambiente (y menos en verano), sino a una temperatura de servicio entre 15 y 18 grados. Esto quiere decir que la botella debe estar fresquita al tacto con la palma.