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VIVIR CON UN PERRO EN LA ADOLESCENCIA MEJORA LA SALUD MENTAL A TRAVÉS DEL MICROBIOMA

Encuentran que los adolescentes que conviven con perros presentan menos problemas emocionales y mayor sociabilidad. El mecanismo implicado sería la modificación de la microbiota bucal, que influye en el comportamiento a través del eje intestino-cerebro.
Encuentran que los adolescentes que conviven con perros presentan menos problemas emocionales y mayor sociabilidad. El mecanismo implicado sería la modificación de la microbiota bucal, que influye en el comportamiento a través del eje intestino-cerebro.

Tener un perro en casa durante la adolescencia no solo ofrece compañía: puede proteger la salud emocional y favorecer las relaciones sociales de los jóvenes. Así lo confirma un nuevo estudio liderado por investigadores de la Universidad Azabu (Japón) y publicado en la revista iScience, que por primera vez identifica un posible mecanismo biológico detrás de estos beneficios: la alteración positiva del microbioma bucal.

El trabajo, realizado con 345 adolescentes japoneses, comparó a quienes vivían con perro y a quienes no. Los resultados muestran que los jóvenes con perro obtenían puntuaciones significativamente mejores en tests psicológicos: menos síntomas de ansiedad, depresión, retraimiento social y problemas de conducta.

“Ya sabíamos que los adolescentes con perro presentaban mayor bienestar mental, pero desconocíamos cómo se producía esa mejora”, explica a la agencia SINC Takefumi Kikusui, profesor de la Universidad Azabu y director del estudio. “Nuestros trabajos previos habían demostrado que la microbiota intestinal puede modificar el comportamiento social en ratones y que los dueños de perros tienen una microbiota distinta. Por eso decidimos investigar si el perro también estaba cambiando el microbioma de los adolescentes y si eso explicaba los efectos positivos”.

Aunque la diversidad total de microorganismos en la boca era similar en ambos grupos, la composición sí variaba. Los adolescentes con perro mostraban una mayor abundancia de ciertas bacterias orales que, según los autores, podrían estar relacionadas con las diferencias psicológicas observadas.

Para comprobar si esas bacterias eran realmente las responsables, los investigadores trasladaron el microbioma bucal de los adolescentes a ratones de laboratorio libres de gérmenes. Los roedores que recibieron la microbiota de jóvenes con perro mostraron un comportamiento claramente más social: dedicaban más tiempo a olfatear a sus compañeros y se acercaban con mayor interés a un congénere atrapado, una prueba clásica de conducta prosocial.

“Estos experimentos confirman que la convivencia con perros altera el microbioma de forma que favorece la empatía y reduce el aislamiento social”, resume Kikusui.

Los autores eligieron esta etapa porque es especialmente vulnerable. “Durante la adolescencia se producen importantes cambios cerebrales y hormonales que afectan el control de impulsos, la toma de decisiones y las relaciones interpersonales. Al mismo tiempo, el bienestar mental tiende a disminuir. Por eso nos pareció crucial estudiar los factores protectores en ese periodo”, apunta el investigador.

Los beneficios observados no son exclusivos del perro —aunque sí parecen más marcados que con otras mascotas—, y los científicos insisten en que tener un animal es solo uno de los muchos factores que influyen en la salud mental juvenil.

El equipo ya ha puesto en marcha nuevos estudios para explorar la relación microbioma-bienestar en personas mayores y planea comparar en el futuro los efectos de distintas mascotas. “Queremos saber si estos cambios son específicos del perro o si también se producen con gatos u otros animales”, adelanta Kikusui.

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