Un estudio coordinado por el Centro de Investigación Biomédica en Red (CIBER) del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), publicado en Annals of Internal Medicine, confirma que una dieta mediterránea hipocalórica (de bajas calorías) combinada con un aumento de la actividad física reduce en un 31 % la incidencia de diabetes tipo 2 en personas con sobrepeso y alto riesgo metabólico. Los resultados provienen del ensayo clínico multicéntrico español PREDIMED-Plus, que ha seguido a miles de personas durante seis años.
La diabetes tipo 2, una enfermedad crónica cuya incidencia ha crecido junto con la obesidad, afecta gravemente la salud y la calidad de vida. Por ello, estrategias de prevención accesibles y sostenibles son cruciales. El estudio PREDIMED, activo desde hace más de dos décadas, ya había demostrado que una dieta mediterránea suplementada con aceite de oliva virgen extra o frutos secos disminuía la incidencia de diabetes en un 30% frente a una dieta baja en grasas, con mínima pérdida de peso.
PREDIMED-Plus dio un paso más allá, evaluando una intervención más intensiva basada en una dieta mediterránea ligeramente hipocalórica —rica en fibra y de bajo índice glucémico—, promoción de la actividad física y apoyo conductual para lograr una pérdida de peso. El estudio incluyó a 4.746 personas de entre 55 y 75 años con sobrepeso u obesidad y síndrome metabólico, sin enfermedades cardiovasculares ni diabetes al inicio. Los participantes se dividieron en dos grupos: uno siguió una dieta mediterránea sin restricción calórica ni recomendación de ejercicio, y el otro adoptó una dieta mediterránea reducida en 600 kilocalorías diarias junto con mayor actividad física.
Tras seis años, el grupo de intervención intensiva mostró mayor adhesión a la dieta mediterránea, más actividad física, mayor pérdida de peso y menor necesidad de medicamentos para controlar la glucosa tras un diagnóstico de diabetes. El riesgo de desarrollar diabetes fue del 9,5 % (280 casos) en este grupo, frente al 12 % (349 casos) en el grupo de dieta mediterránea sin intervención intensiva, lo que representa una reducción del 31 % en los nuevos casos.
Los investigadores destacan que los nutrientes de la dieta mediterránea actúan sinérgicamente, reduciendo la resistencia a la insulina, la inflamación y el estrés oxidativo, efectos que se potencian con la actividad física y la pérdida de peso. “Al ser una dieta sabrosa, sostenible y culturalmente aceptada, puede ser una estrategia ideal a largo plazo para prevenir enfermedades cardiometabólicas”, concluyen los autores.