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UNA CIENTÍFICA ARGENTINA PREMIADA POR CREAR PLANTAS CON “MEMORIA DEL CALOR” QUE PUEDEN RESISTIR OLAS EXTREMAS

El premio otorgado a la científica del CONICET Gabriela Pagnussat reconoce su hallazgo para que las plantas no mueran frente al estrés por calor.
El premio otorgado a la científica del CONICET Gabriela Pagnussat reconoce su hallazgo para que las plantas no mueran frente al estrés por calor.

Gabriela Pagnussat, de 53 años, diseñó plantas genéticamente modificadas que nacen con una “memoria del estrés térmico”, permitiéndoles tolerar temperaturas extremas sin necesidad de aclimatación previa. Por este avance, recibió el Premio L’Oréal-UNESCO 2025 “Por las mujeres en la ciencia”, en colaboración con el CONICET, que impulsará pruebas en arroz y soja.

El cambio climático no da tregua. “Por cada grado de incremento en la temperatura media global, se pierde entre el 3% y el 10% de la producción agrícola, lo que equivale a más de 40 mil millones de dólares en pérdidas directas anuales y otros 60 mil millones indirectas”, explica Pagnussat. Su proyecto, titulado Hacia cultivos resistentes a las olas de calor: Activación del factor de splicing SWAP mediante tecnología CRISPR-dCAS9, busca crear líneas vegetales tolerantes al calor extremo, extrapolables a cultivos de alto valor económico. “Encontrar los mecanismos moleculares de respuesta al calor nos permitirá brindar herramientas biotecnológicas para cultivos más sustentables”, afirma.

El grupo de Pagnussat, en el Instituto de Investigaciones Biológicas (IIB, CONICET-UNMDP), lidera el campo. Hace años identificaron el mecanismo por el que las plantas mueren por calor: la ferroptosis, un proceso de muerte celular dependiente del hierro, activado específicamente por altas temperaturas. “Si frenamos ese mecanismo, las plantas se vuelven resistentes sin requerir ‘termotolerancia adquirida’, es decir, sin aclimatación previa”, detalla.

El punto de inflexión ocurrió en 2012, en un congreso en Washington DC. Pagnussat conoció un estudio sobre muerte celular en tumores humanos y lo adaptó a plantas. De vuelta en el laboratorio, con Ayelén Distéfano y Victoria Martin, inhibieron el camino en un grupo de plantas y las expusieron a 55°C. “Las tratadas sobrevivían; las no tratadas morían. Repetimos el experimento y siempre era igual. Con otros estrés como sequía, no funcionaba: era específico del calor”, recuerda. Publicaron el hallazgo en 2017 en Journal of Cell Biology, como portada.

La ferroptosis se conserva en algas, bacterias fotosintéticas y diversas especies vegetales. “Podemos detenerla en cualquier cultivo para obtener resistencia térmica”, asegura Pagnussat.

Para bloquear la ferroptosis, activan el gen SWAP, involucrado en el splicing molecular. Usando CRISPR-dCAS9, “prenden” SWAP sin estrés previo, implantando una memoria artificial. “Las plantas nacen preparadas para olas de calor, como si recordaran un evento que nunca vivieron”, explica. Esta activación no afecta crecimiento ni desarrollo, ya que responde solo al calor.

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