Un estudio publicado el 14 de julio de 2025 en la revista Nature Medicine revela que el envejecimiento no depende únicamente de la edad o la genética, sino de una compleja interacción de factores ambientales, sociales y políticos. La investigación, liderada por el Instituto Latinoamericano de Salud Mental (BrainLat), la Euromediterranean Economist Association de Barcelona y el Trinity College de Dublín, entre otras instituciones, redefine el envejecimiento saludable como un fenómeno influido por la calidad del aire, las desigualdades económicas, sociales y de género, y la fortaleza de las instituciones democráticas.
Con datos de 161.981 personas de 40 países, el estudio destaca que la contaminación atmosférica, la desigualdad social y las democracias débiles aceleran significativamente el envejecimiento. Los científicos proponen que estos factores, agrupados bajo el término “exposomas”, tienen un impacto mucho mayor en la salud cerebral que la edad cronológica. “Nuestra edad biológica refleja el mundo en que vivimos. La exposición al aire tóxico, la inestabilidad política y la desigualdad afectan a la sociedad, pero también condicionan nuestra salud”, afirmó Agustín Ibáñez, coautor del estudio y miembro de BrainLat, en declaraciones a la agencia Efe.
El estudio revela diferencias regionales sorprendentes. Europa muestra un envejecimiento más lento en comparación con Asia y América, que se sitúan en la media. Sin embargo, dentro de Europa, los países del norte presentan mejores resultados que los del este. Por otro lado, naciones como Egipto y Sudáfrica registran los valores más negativos en términos de envejecimiento saludable. Entre los factores que aceleran el envejecimiento se encuentran la mala calidad del aire, la desigualdad económica y de género, la migración y déficits democráticos, como elecciones injustas, restricciones al voto y limitaciones a la libertad de los partidos.
Las personas con un envejecimiento acelerado —definido por la diferencia entre su edad biológica y cronológica— tienen ocho veces más probabilidades de experimentar dificultades en tareas cotidianas y cuatro veces más riesgo de deterioro cognitivo en comparación con quienes envejecen de forma más lenta.
Los autores, incluida Sandra Báez del Trinity College, subrayan que el envejecimiento saludable está determinado no solo por decisiones individuales o factores biológicos, sino también por el entorno físico, social y político, con variaciones significativas entre países. Por ello, instan a los gobiernos y organizaciones internacionales a implementar estrategias que aborden las desigualdades estructurales y fortalezcan la gobernanza. “Los líderes de la salud pública deben actuar urgentemente para remodelar los entornos, desde reducir la contaminación atmosférica hasta fortalecer las instituciones democráticas”, señaló Hernando Santamaría-García, de la Universidad de California.