Un equipo de investigadores del CONICET ha revelado un hallazgo clave sobre el rol de las hormonas tiroideas en los linfomas de células T, un tipo de cáncer de la sangre de difícil tratamiento. Publicado en la revista Blood Advances, el estudio demuestra que estas hormonas, conocidas por regular el metabolismo, pueden acelerar el crecimiento, la diseminación y la agresividad de estos tumores al activar mecanismos desde el exterior de las células. Este descubrimiento podría explicar la resistencia de algunos linfomas al tratamiento y abre la puerta a nuevas estrategias terapéuticas.
La investigación, liderada por Florencia Cayrol y Mercedes Debernardi del Laboratorio de Neuroinmunomodulación y Oncología Molecular (BIOMED, CONICET-UCA), evaluó una combinación de dos fármacos en modelos preclínicos: bexaroteno, ya utilizado en linfomas cutáneos, y cilengitide, un inhibidor de la integrina αVβ3, receptor clave en la señalización hormonal. Esta combinación demostró ser más efectiva y menos tóxica que otros tratamientos en estudio, como el ruxolitinib, que a menudo genera resistencias y efectos adversos.
“Observamos que esta combinación no solo frena el crecimiento tumoral de manera más eficaz, sino que también es mejor tolerada. Esto la convierte en una alternativa prometedora para pacientes con linfomas de células T”, explica Cayrol.
El equipo combinó ensayos in vitro con células humanas de distintos subtipos de linfoma T, experimentos in vivo para evaluar el crecimiento tumoral y técnicas avanzadas como proteómica y bioinformática. Estas herramientas permitieron analizar el impacto de las hormonas tiroideas en los mecanismos moleculares que favorecen la progresión del tumor y validar los resultados en bases de datos de pacientes. “Pudimos confirmar que bloquear el receptor de las señales hormonales reduce el efecto tumoral, lo que nos da pistas sobre cómo abordar estos linfomas”, señala Debernardi, primera autora del estudio.
La investigación contó con la colaboración de expertos internacionales, como Alejandro Correa del Instituto Carlos Chagas (Brasil) y el equipo de Leandro Cerchietti y Victoria Revuelta de Cornell Medicine (EE. UU.).
El estudio identificó a la integrina αVβ3 como un blanco terapéutico clave, cuya inhibición potencia el efecto de bexaroteno. Además, los análisis proteómicos revelaron otros candidatos moleculares que podrían convertirse en nuevos objetivos para tratamientos. “Estos resultados son alentadores, pero aún son preclínicos. Necesitamos más estudios para confirmar su traslación a la clínica”, advierte Cayrol.