Un estudio, publicado en la revista Science, evalúa a escala mundial la distribución de siete metales pesados tóxicos: arsénico, cadmio, cobalto, cromo, cobre, níquel y plomo. El trabajo señala que hasta el 17% de las tierras de cultivo se encuentran contaminadas con estos metales.
El autor principal del estudio, Deyi Hou, de la Universidad de Tsinghua en China, y su equipo recopilaron datos de 1.493 estudios regionales que abarcan 796.084 muestras de suelo, con el fin de conocer su distribución en suelos agrícolas e identificar dónde se superan los umbrales de seguridad.
Cabe señalar que la contaminación del suelo por metales pesados tóxicos, que tiene su origen tanto en fuentes naturales como en actividades humanas, representa un riesgo para los ecosistemas y la salud humana. Algunas de las consecuencias de estos metales cuando se introducen en el suelo es que pueden persistir durante décadas, reducir los rendimientos agrícolas, poner en riesgo la calidad del agua, la biodiversidad o la seguridad alimentaria por la bioacumulación en animales de granja.
Según detalla el trabajo, se exploró el rendimiento de diez modelos de aprendizaje automático para predecir el exceso de metales tóxicos según todas las variables predictivas. Sus estimaciones apuntan a que entre el 14 % y el 17 % de las tierras de cultivo a escala mundial —aproximadamente 242 millones de hectáreas— están contaminadas por al menos un metal tóxico, siendo el cadmio el más extendido, especialmente en el sur y este de Asia, partes de Oriente Medio y África.
El níquel, el cromo, el arsénico y el cobalto también superaron los umbrales en diversas regiones, debido en gran parte a una combinación de fuentes geológicas naturales y actividades humanas como la minería y la industrialización.
Los resultados revelaron la existencia de un ‘corredor enriquecido en metales’ de alcance transcontinental que se extiende a lo largo de Eurasia, lo que probablemente refleja los efectos acumulativos de la minería antigua y otros factores que han perdurado a lo largo del tiempo.
Al superponer estos datos con la distribución de la población mundial, los investigadores estiman que entre 900 millones y 1.400 millones de personas viven en zonas de alto riesgo.