Un estudio liderado por la Universidad de Dartmouth (EE. UU.), publicado en la revista Science, revela que los primeros humanos desarrollaron un gusto por las plantas herbáceas al expandirse desde los bosques africanos hacia las praderas, mucho antes de que sus dientes evolucionaran para procesarlas eficazmente. Este hallazgo respalda el concepto del “impulso conductual”, una teoría evolutiva que sugiere que los comportamientos beneficiosos para la supervivencia surgen antes que las adaptaciones físicas que los facilitan.
El equipo de investigación analizó dientes fosilizados de homínidos en busca de isótopos de carbono y oxígeno, que indicaban el consumo de gramíneas, como pastos y juncos, ricos en carbohidratos. Los resultados muestran que al menos tres linajes de primates del Plioceno, incluidos los primeros homininos, adoptaron dietas basadas en estas plantas hace entre 3,4 y 4,8 millones de años, a pesar de no contar con molares especializados para masticarlas. No fue hasta 700.000 años después que los homininos desarrollaron molares más largos, similares a los de los humanos modernos, que facilitan la masticación de fibras vegetales duras.
“Podemos afirmar con certeza que los homininos eran bastante flexibles en su comportamiento, y esa era su ventaja”, explica Luke Fannin, antropólogo biológico de Dartmouth. Esta capacidad de adaptarse a nuevos entornos, a pesar de limitaciones físicas, fue clave para su éxito evolutivo.
El estudio examinó dientes de Australopithecus afarensis y de dos especies de primates extintas de la misma época, que también cambiaron su dieta de frutas, flores e insectos a gramíneas. Sin embargo, hace aproximadamente 2,3 millones de años, los isótopos en los dientes de Homo rudolfensis muestran una reducción en el consumo de gramíneas y un aumento en el consumo de agua empobrecida en oxígeno, lo que sugiere un acceso regular a tubérculos, bulbos y cormos, órganos subterráneos ricos en carbohidratos.
“Proponemos que este cambio hacia los alimentos subterráneos fue un momento decisivo en nuestra evolución”, afirma Fannin. Estos recursos, disponibles durante todo el año, proporcionaron un exceso de carbohidratos que permitió a los homininos alimentar a sus comunidades de manera constante. Nathaniel Dominy, antropólogo y biólogo evolutivo de Dartmouth, añade: “Incluso ahora, nuestra economía global gira en torno a unas pocas especies de gramíneas: arroz, trigo, maíz y cebada. Nuestros antepasados hicieron algo completamente inesperado que cambió las reglas del juego para la historia de las especies en la Tierra”.