Un estudio publicado en la revista Nature revela que la capacidad práctica del planeta para almacenar dióxido de carbono (CO2) en formaciones rocosas se limita a 1.460 gigatoneladas, una cantidad que podría agotarse hacia el año 2200 si persisten los actuales escenarios de mitigación del calentamiento global. Esta estimación, la primera en establecer un límite realista, plantea la necesidad de replantear el rol del almacenamiento geológico de carbono en las estrategias globales de reducción de emisiones.
El almacenamiento geológico de carbono implica capturar emisiones de CO2 y depositarlas en formaciones rocosas estables durante siglos o milenios, utilizando tecnologías de captura y almacenamiento. Aunque se consideraba una solución con un potencial casi ilimitado, el estudio liderado por Matthew Gidden, del Instituto Internacional de Análisis de Sistemas Aplicados de Austria, y Joeri Rogelj, del Imperial College de Londres, demuestra que esta capacidad es finita. Los investigadores analizaron formaciones geológicas estables, considerando factores como riesgos ambientales, proximidad a centros poblados y falta de apoyo gubernamental, para llegar a esta cifra.
Según el estudio, el almacenamiento geológico podría revertir, como máximo, 0,7 °C del calentamiento global futuro. Sin embargo, Felipe Bravo, catedrático de la Universidad de Valladolid, advierte que esta estimación no incluye los costes energéticos asociados a la captura y transporte del CO2, que podrían reducir el potencial de secuestro entre un 30 % y un 50 %. “Esto pone en evidencia el limitado valor de esta técnica como solución definitiva”, señala Bravo.
El 70 % de la capacidad de almacenamiento se encuentra en tierra firme, con países como Rusia, Estados Unidos, China, Brasil y Australia liderando el potencial, coincidentemente grandes productores de combustibles fósiles. No obstante, los autores destacan que escalar esta tecnología enfrenta obstáculos significativos, desde limitaciones técnicas hasta la falta de políticas claras.
Bravo critica la percepción del almacenamiento geológico como una “solución mágica” para el cambio climático, argumentando que su implementación a gran escala generaría emisiones adicionales en la captura y transporte del CO2. En su lugar, propone priorizar soluciones basadas en la naturaleza, como la reforestación y la gestión sostenible de ecosistemas, que podrían ser más efectivas y adaptadas a contextos locales.
El estudio subraya la importancia de que los responsables políticos integren estimaciones realistas del almacenamiento de carbono en sus planes climáticos, evitando depender exclusivamente de esta tecnología. “Es crucial diseñar estrategias diversificadas que combinen la reducción de emisiones con soluciones naturales y tecnológicas adaptadas”, concluye Bravo.