Los bosques, conocidos como los pulmones verdes del planeta, son esenciales en la lucha contra el cambio climático por su capacidad de capturar dióxido de carbono (CO2) y almacenarlo en troncos, hojas y raíces. Sin embargo, un estudio publicado en Nature, liderado por el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) y el CSIC, en España, revela una preocupante realidad: los bosques europeos están absorbiendo un 30% menos de CO2 que hace una década.
El investigador del CSIC Josep Peñuelas, coautor del estudio, explicó al portal SINC que esta disminución, constatada mediante datos satelitales, torres de medición de CO2 e inventarios forestales, pone en riesgo los objetivos de la Unión Europea de alcanzar la neutralidad climática para 2050. Según el inventario europeo LULUCF, los sumideros de carbono en bosques, suelos agrícolas y humedales han pasado de capturar 475 millones de toneladas anuales entre 2010 y 2014 a solo 332 millones entre 2020 y 2022.
El declive en la capacidad de absorción de CO2 se debe a múltiples factores interconectados. La tala de madera, impulsada por un mayor consumo, y las perturbaciones naturales como incendios, tormentas y plagas limitan la expansión de los bosques. A esto se suman la falta de repoblación, el envejecimiento de los árboles y los efectos del cambio climático, como sequías prolongadas y olas de calor extremo. “Las plantas cierran sus estomas para conservar agua durante las sequías, lo que reduce la fotosíntesis”, señala Peñuelas.
El aumento de las temperaturas también juega un papel crucial. En regiones templadas y tropicales, las altas temperaturas superan los niveles óptimos para la fotosíntesis, mientras que, en zonas mediterráneas como España, el calentamiento inicialmente favoreció el crecimiento vegetal, pero se espera que esta tendencia se revierta a finales de siglo.
Los autores del estudio proponen medidas urgentes para contrarrestar esta situación. Entre ellas, destacan la mejora de la monitorización forestal para obtener datos continuos sobre la salud de los bosques, lo que facilitaría la creación de políticas de restauración de sumideros de carbono. También abogan por un cambio en la gestión forestal, promoviendo un equilibrio entre la producción de madera y la conservación de servicios ecosistémicos, como la regulación del agua, la protección del suelo y la biodiversidad.
La diversificación de los bosques, con árboles de diferentes edades y niveles de protección, podría optimizar el almacenamiento de carbono en madera viva, muerta y suelos. En cuanto a la reforestación, los expertos sugieren priorizar áreas septentrionales de Europa con condiciones climáticas favorables para garantizar la supervivencia de los nuevos árboles.
Tras la Segunda Guerra Mundial, la biomasa forestal en Europa se triplicó gracias a la recuperación de los bosques y a mejoras en su gestión. Este fenómeno, que también se observó a nivel global, permitió a las plantas absorber grandes cantidades de CO2 y nitrógeno atmosférico. Sin embargo, Peñuelas advierte que este éxito está en riesgo: “Las temperaturas extremas, la falta de agua y la escasez de espacio están limitando la capacidad de los bosques para seguir siendo sumideros efectivos de carbono”.
El investigador concluye con un llamado a la acción: “La humanidad debe acelerar la descarbonización para compensar la reducción en la absorción de CO2 por parte de los bosques”.