Un estudio publicado en la revista Science revela que las sequías extremas y prolongadas causan pérdidas devastadoras en la productividad vegetal de matorrales y pastizales, ecosistemas que cubren cerca de la mitad del planeta y almacenan más del 30 % del carbono mundial. Estas pérdidas, que duplican las causadas por sequías moderadas tras cuatro años, comprometen la capacidad de estos ecosistemas para absorber carbono, además de afectar actividades como la ganadería y la agricultura.
El trabajo, liderado por Timothy Ohlert y Melinda D. Smith de la Universidad Estatal de Colorado, analiza datos de 74 ecosistemas en seis continentes, con la participación de 120 instituciones, incluidas españolas como el CREAF, el IICG-URJC y el IPE-CSIC. Los resultados destacan que las zonas áridas y semiáridas, como el Mediterráneo, el suroeste de EE.UU., África austral y Asia central, son las más vulnerables. En estas regiones, la falta de agua, combinada con alta radiación solar y mayor evaporación, provoca alteraciones profundas en la dinámica de las especies, reduciendo la emergencia de nuevas plantas y su fecundidad.
“Históricamente, las sequías extremas eran raras, ocurrían una vez cada cien años, pero el cambio climático podría hacerlas más frecuentes y prolongadas”, advierte Josep Peñuelas, investigador del CSIC en el CREAF y coautor del estudio. En contraste, los ecosistemas más húmedos, como los del norte de Europa o el centro-norte de EE.UU., resisten mejor las sequías moderadas gracias a su mayor biodiversidad y disponibilidad de agua. Sin embargo, incluso estos pierden su capacidad de recuperación tras años consecutivos de sequías extremas, con caídas de productividad de hasta un 160 %.
El estudio forma parte del International Drought Experiment (IDE), una red global que estudia los efectos de la sequía desde finales de los 90. En España, el CREAF ha aportado datos de parcelas experimentales en el Garraf (Cataluña), mientras que el IICG-URJC ha estudiado matorrales y pastizales en Ciempozuelos (Madrid) durante una década. Por su parte, el IPE-CSIC ha analizado pastos subalpinos en el Pirineo aragonés, donde los efectos de la sequía fueron menos severos en comparación con zonas más áridas.
“Estos estudios coordinados son clave para entender los impactos de las sequías según las condiciones de cada región”, destaca Yolanda Pueyo, científica del IPE-CSIC. Los investigadores subrayan la importancia de mantener experimentos a largo plazo para anticipar los efectos del cambio climático en estos ecosistemas vitales, que actúan como barreras contra la erosión y reservorios de biodiversidad, albergando polinizadores y microorganismos esenciales para la agricultura.
“Este esfuerzo global proporciona una plataforma para cuantificar cómo las sequías intensificadas podrían transformar los ecosistemas”, concluye Melinda D. Smith, coautora principal.