La rama europea de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha instado a los países miembros a etiquetar las bebidas alcohólicas con la advertencia de que consumir alcohol causa cáncer. En Estados Unidos el Cirujano General, principal portavoz gubernamental en materia de salud pública, ha emitido recientemente una recomendación similar. Mientras que Irlanda se ha adelantado imponiendo este etiquetado a partir de 2026. Será, de este modo, el segundo país del mundo en hacerlo, después de Corea del Sur. La información fue publicada por el portal SINC.
Encuestas en Europa, Estados Unidos, Australia y otras regiones muestran que el riesgo de cáncer debido al alcohol aún es desconocido entre la población.
De lo que no hay duda es del vínculo entre el alcohol y al menos siete tipos de cáncer, lo cual no es precisamente una novedad: Desde 1988, valorando los estudios disponibles entonces, la Agencia Internacional del Cáncer de la OMS (IARC) lo incluyó en el grupo 1 de carcinógenos, el mismo al que pertenecen el tabaco, la radiación o el amianto. Por entonces se consideró probada la relación causal del alcohol con cánceres de la cavidad oral, faringe, laringe, esófago e hígado, a los que posteriormente se han añadido los colorrectales y de mama.
Según el IARC, el 4 % de los cánceres diagnosticados en todo el mundo se deben al consumo de alcohol, sumando más de 740 000 casos al año y 401 000 muertes. Datos recogidos de un estudio australiano por la Oficina del Cirujano General de EE UU estiman que aumentar la ingesta desde menos de una bebida a la semana a dos al día causa un 3 % más de cánceres en los hombres y un 5 % más en las mujeres.
Casi la cuarta parte de los cánceres relacionados en todo el mundo corresponden a Europa, el continente donde más se bebe: de media, 8,8 litros de alcohol puro al año por cada europeo adulto, según el Informe Europeo de Salud de la OMS de 2024, publicado en 2025. De hecho, en el viejo continente el cáncer es la primera causa de muerte de todas las provocadas por esta sustancia, con un tercio del total de los fallecimientos que se atribuyen a la bebida.
La diferencia entre cantidad de bebida y de alcohol puro es crucial, ya que es en el propio alcohol, el etanol, donde reside el riesgo de cáncer, a través de cuatro vías: su transformación en el tubo digestivo en el cancerígeno acetaldehído; su efecto oxidante e inflamatorio; la alteración de los niveles hormonales; y el aumento de la absorción de otros compuestos carcinogénicos.
LAS MUJERES
Un daño concreto del alcohol atañe sobre todo a las mujeres, ya que las alteraciones hormonales afectan al riesgo de cáncer de mama. La epidemióloga del cáncer Marina Pollán, directora del Instituto de Salud Carlos III y directora científica del Consorcio de Investigación Biomédica en Epidemiología y Salud Pública (CIBERESP), ha investigado la relación entre consumo de alcohol y cáncer de mama, descubriendo que el riesgo es mayor para las mujeres que empiezan a beber desde muy jóvenes.
“Nuestros resultados indican una mayor vulnerabilidad en la adolescencia, lo que biológicamente tiene mucho sentido, ya que es el momento de mayor desarrollo de la glándula mamaria: las células están proliferando y son más sensibles a estímulos potencialmente carcinogénicos”, expone Pollán a SINC. La epidemióloga explica que las mujeres que empiezan a beber en la adolescencia tienden a continuar con este hábito, lo que eleva el riesgo a lo largo de la vida.
Pollán no suscribe que el vino sea una excepción: la mayoría de las mujeres incluidas en su estudio no beben o consumen poco; pero “aquellas que consumen alcohol declaran consumir únicamente vino o cerveza, y aun así observamos incrementos de riesgo para el cáncer de mama, lo que parece indicar que el efecto protector, en este contexto y para este tipo de tumor, no sería suficiente para contrarrestar al alcohol”.