Un estudio revolucionario de la Fundación Champalimaud (CF) en Portugal, publicado en Nature Communications, desafía la creencia tradicional de que la médula espinal solo ejecuta órdenes del cerebro en el comportamiento sexual masculino. La investigación revela que un circuito espinal no solo controla la eyaculación, sino que también desempeña un papel crucial en la excitación y la coreografía del acto sexual, aportando una nueva perspectiva sobre la sexualidad en mamíferos.
Durante décadas, se asumió que el cerebro orquestaba el comportamiento sexual masculino, mientras que la médula espinal se limitaba a ejecutar la eyaculación. Sin embargo, Susana Lima, investigadora principal del Laboratorio de Neuroetología de la CF, explica: “La médula espinal no es solo una estación repetidora pasiva. Integra estímulos sensoriales, responde a la excitación y ajusta su respuesta según el estado interno del animal. Es mucho más sofisticada de lo que imaginábamos”.
El estudio se centró en el músculo bulbospongioso (BSM), esencial para la expulsión del esperma durante la eyaculación. Constanze Lenschow, coautora y jefa de grupo en el Instituto INCIA de la Universidad de Burdeos, detalla: “El BSM se activa con un patrón de ráfagas característico, como la firma de la eyaculación”. Usando técnicas de trazado neuroanatómico, el equipo mapeó la conexión entre este músculo y las neuronas motoras, identificando un grupo de neuronas espinales que expresan galanina (Gal⁺) como clave en el proceso.
En ratones modificados genéticamente, las neuronas Gal⁺ emitían fluorescencia roja, permitiendo observar su conexión directa con el BSM, así como con regiones implicadas en la erección y el control autónomo. Además, estas neuronas reciben información sensorial del pene, integrando señales internas y externas para coordinar la eyaculación. Sin embargo, a diferencia de las ratas, donde la estimulación de estas neuronas desencadena la eyaculación de forma consistente, en ratones la respuesta del BSM se debilitaba tras la primera activación, sugiriendo un estado refractario.
Un hallazgo sorprendente fue que la actividad robusta del BSM solo se observaba en ratones ‘espinalizados’, sin entrada cerebral, lo que indica que el cerebro inhibe activamente el circuito espinal hasta que se alcanza un umbral crítico. “Descubrimos un nivel de sensibilidad al contexto que no solemos asociar con los circuitos espinales”, destaca Ana Rita Mendes, coautora del estudio.
A diferencia de las ratas, donde la eyaculación es un reflejo desencadenado por estimulación genital, los ratones requieren múltiples embestidas, un comportamiento más cercano al de los humanos. Esto sugiere un diálogo constante entre el cerebro y la médula espinal, donde las neuronas Gal⁺ modulan la respuesta motora y contribuyen al período refractario, la pausa temporal tras la eyaculación. Lima especula que el “punto de no retorno” podría originarse en la próstata, actuando como un indicador interno del momento preciso para la eyaculación.
Estos hallazgos no solo redefinen el papel de la médula espinal en el comportamiento sexual, sino que también abren nuevas vías para investigar disfunciones sexuales y trastornos eréctiles. El equipo planea explorar cómo los patrones de activación neuronal interactúan con el cerebro y la próstata, profundizando en la complejidad de la sexualidad masculina.