Cada europeo compró alrededor de 19 kilos de textiles en 2022 y generó 16 kilos de residuos de este tipo, según el último informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA). Este alto consumo de moda no solo se refleja en forma de imágenes espectaculares de vertederos de ropa en países como Ghana o en el desierto de Atacama en Chile, sino también a un nivel que no alcanza el ojo humano: en forma de microplásticos.
La industria textil es una de las mayores fuentes de contaminación de estas partículas en los océanos. Se calcula que un tercio de los microplásticos que se encuentran en el mar procede de lavar la ropa, señala un informe publicado por el portal SINC.
“La mayoría de la ropa que llevamos ahora suele estar hecha con materiales que tienen plástico, como el poliéster, la poliamida, el nylon o el acrílico”, señala Cristina Romera-Castillo, investigadora del Institut de Ciències del Mar (ICM-CSIC) de Barcelona, especializada en la presencia de microplásticos en el mar. Romera-Castillo explica que, al lavar estos tejidos, se liberan microfibras sintéticas, un tipo de microplástico, especialmente en los primeros lavados.
Esto ya lo alertó en 2011 un estudio publicado la revista Environmental Science & Technology de la Universidad de Plymouth (Reino Unido). Los investigadores observaron que una de las fuentes más importantes de microplásticos que se acumulaban en las costas era precisamente por vertidos de aguas residuales contaminadas con fibras procedentes del lavado de la ropa.
Otro trabajo, este publicado en 2016 en la revista Marine Pollution Bulletin, calculó que, en una sola carga de lavadora, la cantidad de microplásticos que se sueltan es del orden de 700 000 microfibras.
La investigadora del ICM-CSIC añade que, cuando llegan al mar, “al ser compuestos muy pequeños, son fácilmente ingeridos por peces y otros organismos”. Una revisión de estudios de 2021 que apareció en la revista Water, Air, & Soil Pollution concluyó que ya se han encontrado microplásticos en muchos animales marinos, provocando daños en su material genético y su sistema reproductivo, además de aumentar su mortalidad.
Además, se ha observado que los microplásticos procedentes de la ropa liberan al medio acuoso compuestos químicos que llevan en su composición, como tintes. “Todas estas sustancias también afectan a los microorganismos marinos. Por ejemplo, se ha visto en estudios que influyen negativamente al crecimiento del fitoplancton, unas algas microscópicas que producen gran parte del oxígeno que se genera en la Tierra”, advierte Romera-Castillo.
La investigadora advierte que cuando un organismo o la presa de ese organismo ingiere microplásticos, estos pueden llegar a la cadena alimentaria y ser ingeridos por los seres humanos. Por ejemplo, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés) ha estimado que una porción de mejillones (225 gramos) podría contener hasta 7 microgramos de estos compuestos plásticos.
La investigadora opina que cualquier solución pasa por una reducción del consumo de ‘moda rápida’ y apostar por tejidos naturales. “Es necesario que disminuyamos la producción de nuevos plásticos, reutilizando fibras textiles en la ropa y eligiendo prendas hechas con fibras naturales, como algodón o lino”, señala Santos. “Con esto conseguiremos, no solo frenar la liberación de microplásticos, sino prendas de mejor calidad y que duren más”, concluye.