Tras décadas de deterioro, la capa de ozono, esa franja protectora de la atmósfera situada a unos 25 kilómetros de altura, muestra signos claros de recuperación, aunque aún tomará medio siglo para que alcance los niveles previos a 1980. Así lo explica Alberto Redondas, científico del observatorio atmosférico de Aemet en Izaña, Tenerife, en una entrevista publicada por la agencia EFE.
La capa de ozono, esencial para proteger la vida en la Tierra de la radiación ultravioleta del Sol, ha sido objeto de preocupación desde que en los años 80 se detectó el “agujero” en esta barrera, especialmente sobre la Antártida y, en menor medida, en el polo norte. “Sin esta capa, la vida no habría podido salir del mar y colonizar la tierra firme”, subraya Redondas, destacando su rol crucial en el desarrollo de los ecosistemas.
El punto de inflexión llegó con el Protocolo de Montreal, adoptado hace casi cuatro décadas, que prohibió los clorofluorocarbonos (CFC), gases utilizados desde los años 30 en refrigeradores, aerosoles y sistemas contra incendios, y que al reaccionar con las moléculas de ozono en la estratosfera las destruían. Este tratado, considerado un hito en la protección ambiental, demuestra cómo la ciencia puede traducirse en acción global efectiva.
Sin embargo, la recuperación no está exenta de altibajos. En 2023, el agujero de ozono sobre la Antártida fue uno de los más grandes registrados, mientras que en 2024 se redujo significativamente, uno de los más pequeños en décadas. Para 2025, los valores están cerca de la media, reflejando una tendencia positiva, pero con fluctuaciones. Redondas advierte que la capa de ozono sigue enfrentando amenazas: erupciones volcánicas, incendios forestales masivos y hasta la basura espacial que ingresa a la atmósfera pueden dañarla. Además, emisiones ilegales, como las detectadas en China entre 2013 y 2018, y compuestos no regulados continúan siendo un riesgo.
El experto también señala una relación bidireccional entre la capa de ozono y el cambio climático. El agujero de ozono ha alterado patrones de lluvia en regiones como Australia, la Patagonia y áreas cercanas a la Antártida, mientras que el cambio climático impacta negativamente en la recuperación del ozono. “La mayor parte del trabajo se hizo en los años 80 con la prohibición de los CFC, pero ahora el desafío principal es frenar el cambio climático, que se ha convertido en la mayor amenaza indirecta para la capa de ozono”, explica Redondas en la entrevista.
A pesar de los avances, la recuperación plena de esta barrera invisible, que protege el ADN de la radiación ultravioleta, no se espera antes de 50 años debido a la persistencia de sustancias destructoras en la atmósfera.