España se consolida como uno de los países con mayor esperanza de vida del mundo y con una de las tasas más altas de centenarios por habitante. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2024, en el país residen alrededor de 17.000 personas de 100 años o más, un 76% más que hace una década. Las proyecciones del INE indican que esta cifra podría multiplicarse por 12 en las próximas cinco décadas, alcanzando entre 226.000 y 230.000 centenarios hacia 2072-2074.
Este fenómeno, conocido como el “gero boom”, no se explica únicamente por la genética. Los expertos coinciden en que solo el 30% de la longevidad depende de factores hereditarios, mientras que el 70% restante está condicionado por el entorno y los estilos de vida.
Para desentrañar estos secretos, la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) ha reactivado en 2025 el proyecto RENACE (Registro Nacional de Centenarios de España), iniciado en 2011 y ahora ampliado gracias a nuevas oportunidades científicas. La doctora Pilar Rodríguez Ledo, una de sus impulsoras, explica que los centenarios actuales —nacidos antes de 1925— han vivido en un contexto de industrialización incipiente, incluso en zonas rurales, muy diferente al de sus predecesores de la posguerra. El objetivo es reclutar a 2.000 participantes para analizar variables clínicas, sociodemográficas y biológicas avanzadas, como el genoma, el exoma, la microbiota y el transcriptoma. Se busca entender la interacción entre genes y entorno.
La SEMG se inspira en las famosas zonas azules —regiones del mundo con alta concentración de longevos—, donde destacan cinco pilares: alimentación saludable (con saciedad hasta el 80 %), actividad física integrada en la rutina diaria, control del estrés para evitar inflamación crónica, redes sociales sólidas y un sentido vital o propósito. Estos hábitos no solo prolongan la vida, sino que mejoran su calidad y funcionalidad.
LA TEORÍA DEL OXI-INFLAMMAGING Y EL SISTEMA INMUNE REJUVENECIDO
La catedrática Mónica de la Fuente del Rey, de la Universidad Complutense y el Instituto de Investigación del Hospital 12 de Octubre, ha desarrollado la teoría del oxi-inflammaging: con el tiempo, se acumula estrés oxidativo e inflamatorio que daña los sistemas nervioso, endocrino e inmune. Sin embargo, sus estudios con centenarios revelan sorpresas: su función inmunitaria se mantiene como la de personas mucho más jóvenes. Al aplicar el “Immunity Clock” —un reloj de envejecimiento biológico—, la edad inmunológica de muchos centenarios oscila entre los 30 y 50 años. “Aquellos que han controlado el estrés oxidativo e inflamatorio llegan a edades tan avanzadas”, afirma.
De la Fuente critica que, pese a conocer estrategias para llegar a los 120 años —el límite biológico aproximado—, no se aplican en la vida diaria. “Hacemos una vida alejada del diseño biológico de nuestra especie”, lamenta.
Un estudio publicado en 2024 en China respalda esta visión: de más de 5.200 personas mayores de 80 años seguidas durante cinco años, 1.454 alcanzaron el siglo. Quienes mantenían hábitos saludables (no fumar, dieta variada y ejercicio) tenían un 60 % más de probabilidades de ser centenarios, incluso mejorando su salud funcional a edades avanzadas.
EL IMPACTO DEL EJERCICIO Y LOS TELÓMEROS
El ejercicio emerge como un factor clave. Diversos estudios demuestran que la actividad física en edades avanzadas protege los sistemas respiratorio, cardiovascular, musculoesquelético e inmune, y retrasa enfermedades. Además, influye positivamente en los telómeros, las estructuras que protegen los extremos de los cromosomas y cuya longitud se asocia con el envejecimiento celular.
La doctora María Blasco, responsable del Grupo de Telómeros y Telomerasa del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), explica que los centenarios suelen tener telómeros más largos o que se acortan más lentamente, lo que sugiere una mayor protección. “Algunos tienen telómeros más largos que personas jóvenes”, señala. Telómeros cortos se vinculan a patologías como la fibrosis pulmonar y renal, por lo que mantenerlos largos podría explicar parte de la longevidad saludable.
CONTRASTES: HÁBITOS “MALOS” Y EL PESO DE LA GENÉTICA
No todos los centenarios siguen hábitos impecables. El investigador Nir Barzilai, del Albert Einstein College of Medicine, ha estudiado poblaciones como los judíos ashkenazíes y concluye que aproximadamente el 50% fumó o fue obeso en algún momento, solo el 2% era vegetariano y menos del 50 % hacía ejercicio moderado. “Su longevidad tiene un fuerte componente genético que les protege y retrasa el envejecimiento”, afirma. Muchos centenarios experimentan la “contracción de la morbilidad”: enferman tarde y mueren saludables, tras vivir décadas sin enfermedades crónicas.
