Durante décadas, los biólogos evolutivos creyeron que el Culex pipiens molestus, conocido como el ‘mosquito del metro de Londres’, había surgido hace unos 200 años como una adaptación de la variante Culex pipiens, que pica a aves, a los subterráneos y sótanos del norte de Europa. Sin embargo, un nuevo estudio liderado por la Universidad de Princeton y publicado este jueves en la revista Science desmiente esta teoría, trazando el origen de este mosquito a hace al menos mil años en el Oriente Medio y el Mediterráneo, probablemente en el Antiguo Egipto.
El Culex pipiens molestus saltó a la fama durante la Segunda Guerra Mundial, cuando parecía estar perfectamente adaptado a los túneles del metro de Londres, donde los ciudadanos se resguardaban de los bombardeos. Este mosquito se convirtió en un ejemplo clásico de evolución rápida y adaptación urbana. Sin embargo, la investigación, dirigida por la profesora asociada de Ecología, Biología Evolutiva y Neurociencia de Princeton, Lindy McBride, revela una historia muy diferente. “Nuestros análisis genéticos muestran que molestus evolucionó para picar y convivir con humanos en una sociedad agrícola temprana, probablemente en el Antiguo Egipto, hace entre 1.000 y 10.000 años”, explica Yuki Haba, primera autora del estudio y actualmente investigadora postdoctoral en la Universidad de Columbia.
El equipo de Princeton, en colaboración con cerca de 150 organizaciones de todo el mundo, recolectó 12.000 muestras de las dos formas de mosquito (pipiens y molestus), representando una amplia diversidad geográfica y genética. Haba analizó personalmente el ADN de 800 ejemplares, lo que permitió rastrear los vínculos genéticos entre los mosquitos que pican a aves y los que pican a humanos. Este hallazgo es clave para entender la transmisión del virus del Nilo Occidental, un patógeno aviar que puede pasar a humanos cuando un mosquito pica primero a un ave infectada y luego a una persona.
El estudio no solo desmonta el mito del origen londinense del mosquito, sino que también arroja luz sobre la hibridación entre molestus (que pica a humanos) y pipiens (que pica a aves). Esta mezcla genética genera mosquitos “indiscriminados” capaces de picar a ambos, lo que podría explicar el aumento de casos del virus del Nilo Occidental en las últimas dos décadas, especialmente en entornos urbanos donde la hibridación parece ser más común. “La urbanización puede estar favoreciendo esta mezcla genética, lo que aumenta el riesgo de transmisión del virus en ciudades”, señala McBride.
El trabajo tiene implicaciones significativas para la salud pública, al ofrecer una nueva perspectiva sobre cómo las variaciones genéticas de este mosquito influyen en su papel como vector del virus del Nilo Occidental. Aunque la hibridación es menos frecuente de lo que se pensaba, ocurre lo suficiente en grandes ciudades como para preocupar a los entomólogos. Los autores advierten que las personas en entornos urbanos podrían estar más expuestas al virus debido al comportamiento de los mosquitos híbridos.
A pesar de los avances, el equipo subraya la necesidad de estudios más profundos sobre el flujo genético y el comportamiento de picadura, con un muestreo más amplio en zonas urbanas y rurales. “Este trabajo abre la puerta a una investigación más incisiva sobre los vínculos entre la urbanización, la hibridación y la transmisión del virus de aves a humanos”, concluye Haba.
