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EL DOLOR CRÓNICO AUMENTA HASTA UN 75 % EL RIESGO DE DESARROLLAR HIPERTENSIÓN 

Un análisis con más de 200.000 adultos muestra que cuanto más extendido está el dolor, mayor es la probabilidad de sufrir presión arterial alta. La depresión y la inflamación explican parte de esta relación.
Un análisis con más de 200.000 adultos muestra que cuanto más extendido está el dolor, mayor es la probabilidad de sufrir presión arterial alta. La depresión y la inflamación explican parte de esta relación.

Tener dolor crónico no solo afecta la calidad de vida: también eleva de forma significativa el riesgo de desarrollar hipertensión, una de las principales causas de infarto e ictus en todo el mundo. Así lo concluye un amplio estudio publicado este mes en la revista Hypertension de la American Heart Association, que analiza datos de más de 200.000 adultos del Reino Unido durante más de 13 años.

“Cuanto más extendido es el dolor, mayor es el riesgo de hipertensión”, resume la profesora Jill Pell, directora del Instituto de Salud y Bienestar de la Universidad de Glasgow y autora principal del trabajo.

Los investigadores utilizaron información del UK Biobank, una base de datos que reclutó a más de medio millón de británicos de entre 40 y 69 años entre 2006 y 2010. De ellos, seleccionaron a 206.963 personas sin hipertensión al inicio del estudio.Tras un seguimiento medio de 13,5 años, casi el 10 % desarrolló presión arterial alta. Los resultados fueron claros:

-Quienes sufrían dolor crónico generalizado (en cuatro o más zonas del cuerpo) tenían un 75 % más de riesgo que quienes no tenían dolor.

-El dolor crónico localizado (en una sola zona) aumentaba el riesgo un 20 %.

-El dolor temporal solo lo hacía un 10 %.

Por localizaciones, el dolor abdominal crónico fue el que más se asoció (43 % más riesgo), seguido de las cefaleas crónicas (22 %), el dolor de cuello y hombros (19 %), de cadera (17 %) y de espalda (16 %).

El estudio también exploró por qué existe esta relación. Dos factores conocidos que elevan la presión arterial —la depresión y la inflamación— explicaron el 11,7 % de la asociación entre dolor crónico e hipertensión.

La depresión estuvo presente en el 11,3 % de los participantes y la inflamación (medida mediante proteína C reactiva) explicó solo el 0,4 %. Sin embargo, los autores destacan que tratar la depresión en pacientes con dolor crónico podría reducir parte de este riesgo añadido.

“Al atender a personas con dolor, los profesionales deben saber que tienen más riesgo de hipertensión, directa o indirectamente a través de la depresión”, advierte Pell.

Daniel W. Jones, expresidente del comité de guías de hipertensión de la American Heart Association y coautor del comentario editorial que acompaña el estudio, subraya la relevancia práctica: “Sabíamos que el dolor eleva la presión arterial a corto plazo, pero este estudio demuestra por primera vez cómo el dolor crónico influye a largo plazo y cómo la inflamación y la depresión median en esa relación”.

Jones reclama ensayos clínicos que evalúen si un mejor manejo del dolor —incluyendo tratamientos psicológicos para la depresión y estrategias antiinflamatorias— puede prevenir la hipertensión. Advierte, no obstante, que algunos antiinflamatorios no esteroideos como el ibuprofeno pueden elevar la presión arterial, por lo que su uso prolongado debe ser cuidadosamente valorado.

En el estudio, el 35,2 % de los participantes informó dolor musculoesquelético crónico. Las personas con dolor crónico eran mayoritariamente mujeres, tenían peor nivel socioeconómico, más obesidad, menos actividad física y más enfermedades crónicas asociadas.

Los investigadores ajustaron los resultados por todos estos factores (tabaquismo, alcohol, dieta, sueño, sedentarismo, etc.), por lo que la relación entre dolor e hipertensión se mantuvo independiente.

Jill Pell expresó que “este trabajo debería hacer que los médicos pregunten rutinariamente por el dolor crónico y, cuando exista, valoren también el riesgo de depresión y de hipertensión”. La hipertensión afecta ya a casi la mitad de los adultos en Estados Unidos y es la principal causa de muerte cardiovascular en el mundo. Identificar nuevos factores de riesgo modificables —como el dolor crónico y la depresión asociada— abre una puerta para la prevención.

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