El cáncer no es una enfermedad exclusiva de la humanidad. Desde dinosaurios fósiles hasta ballenas y elefantes modernos, la enfermedad ha acompañado a la vida animal a lo largo de millones de años. Sin embargo, no todas las especies la sufren por igual. Un nuevo estudio publicado este viernes en Science Advances por investigadores del CONICET y la Universidad de Buenos Aires (UBA) arroja luz sobre un factor inesperado: el estilo de vida social. En mamíferos competitivos, el cáncer podría actuar como un mecanismo adaptativo que acelera la renovación poblacional; en los cooperativos, en cambio, su baja incidencia protege a la comunidad.
Dirigido por Matías Blaustein, investigador del CONICET en el Instituto de Biociencias, Biotecnología y Biología Traslacional (iB3, UBA), el trabajo analizó bases de datos de más de 110.000 animales en zoológicos y desarrolló modelos matemáticos. Los resultados son claros: las especies con alta competencia intraespecífica –solitarias, territoriales y con camadas numerosas– presentan mayor prevalencia y mortalidad por cáncer que las cooperativas, como cetáceos, ungulados, murciélagos y primates, que crían en grupo, invierten en una sola cría y comparten recursos y defensa.
Nuestro estudio plantea que, en especies competitivas, el cáncer podría funcionar como una obsolescencia programada”, explica Blaustein. “Sería una ‘bomba de tiempo’ que elimina a individuos mayores y menos reproductivos, liberando recursos para los jóvenes y favoreciendo el crecimiento poblacional”. Este fenómeno, denominado fenoptosis por analogía con la apoptosis celular, recuerda al mítico “efecto hidra” de la ecología: al cortar una cabeza (aumentar la mortalidad), brotan más.
El modelo matemático simula poblaciones divididas en jóvenes, adultos reproductivos y posreproductivos, considerando cooperación o competencia por recursos. En escenarios cooperativos, la muerte prematura de ancianos –útiles para cuidar crías o defender al grupo– reduce la población. En los competitivos, elimina competidores territoriales que bloquean alimento a los jóvenes, impulsando el crecimiento general.
“Las simulaciones coincidieron con los datos reales: en poblaciones cooperativas el cáncer es raro; en las competitivas, puede ser ‘beneficioso’ a nivel poblacional”, detalla Catalina Sierra, primera autora y tesista de licenciatura en iB3 entre 2024 y 2025.
La oncología comparada, campo del estudio, busca en la naturaleza claves contra el cáncer. “Especies cooperativas como ballenas o elefantes albergan genes y mecanismos de supresión tumoral que los humanos podríamos imitar”, afirma Blaustein. Identificarlos abriría vías a terapias innovadoras.
Aunque contraintuitivo, el trabajo sugiere que el cáncer no siempre es un error evolutivo: en ciertos contextos, acelera el recambio generacional. Para sociedades humanas –cooperativas por excelencia–, la prioridad es potenciar las defensas naturales de elefantes y murciélagos.
