La teoría del gran impacto, que explica el nacimiento de la Luna a partir de una colisión catastrófica entre la joven Tierra y un cuerpo del tamaño de Marte llamado Theia, acaba de recibir una importante actualización. Un equipo internacional liderado por la Universidad de Chicago (EE UU) y el Instituto Max Planck de Investigación del Sistema Solar (Alemania) ha encontrado evidencias de que Theia no llegó desde los confines del sistema solar, sino que se formó en su región más interna, probablemente más cerca del Sol que la propia Tierra.
Los resultados, publicados en la revista Science y reproducido por el portal SINC, se basan en el análisis ultrapreciso de isótopos de hierro en rocas lunares traídas por las misiones Apolo y en muestras terrestres.
“Utilizamos análisis de alta precisión de isótopos de hierro de muestras de la Luna recogidas por las misiones Apolo. Estas mediciones se utilizan para discriminar entre el material que se formó en el sistema solar interior y el que se creó en el exterior”, explica a la agencia SINC, Timo Hopp, investigador de la Universidad de Chicago y primer autor del estudio.
Los átomos de un mismo elemento pueden tener distinto número de neutrones; esas variantes se llaman isótopos. En el sistema solar temprano, la composición isotópica del hierro (y de otros elementos) variaba según la distancia al Sol: cuanto más cerca de nuestra estrella, más “ligero” era el hierro en promedio.
Al comparar las firmas isotópicas de hierro en rocas terrestres, lunares y en diferentes tipos de meteoritos, los investigadores comprobaron que tanto la proto-Tierra como la Luna presentan una composición muy similar a la de los meteoritos no carbonáceos (condritas enstatíticas y acondritas), cuerpos que se formaron en el sistema solar interior.
Además, al combinar estos nuevos datos con información isotópica previa de otros elementos y realizar cálculos de balance de masa, el equipo llegó a una conclusión inesperada: Theia debía de haberse formado con material aún más próximo al Sol que el que constituyó la Tierra primitiva.
“Así fue como concluimos que Theia se formó con material incluso más cercano al Sol que la Tierra”, resume Hopp.
Hasta ahora, muchos modelos asumían que Theia podía haber nacido en la zona externa del sistema solar y haber migrado hacia el interior antes del impacto. El nuevo hallazgo descarta en gran medida esa posibilidad y refuerza la idea de que ambos protoplanetas –Tierra y Theia– eran “vecinos” que compartían una región similar del disco protoplanetario, aunque Theia ocupaba una órbita ligeramente más interna.
Este detalle tiene implicaciones importantes: al provenir de una zona más caliente y seca, Theia probablemente era un mundo rocoso y pobre en volátiles, lo que ayudaría a explicar por qué la Luna resultó tan seca en comparación con la Tierra.
Aunque el estudio aclara el lugar de nacimiento de Theia, los autores son prudentes. “El hallazgo esclarece un poco más el origen de nuestro satélite, pero serán necesarios más análisis para corroborar completamente el papel de Theia en el proceso”, advierten.
