Un estudio publicado esta semana en la revista Nature y replicado por la Agencia SINC, ha revelado hallazgos arqueológicos en un antiguo yacimiento en Barnham, Suffolk (este de Inglaterra), que empujan hacia atrás el origen del dominio humano sobre el fuego intencionado. Los restos indican que grupos humanos eran capaces de generar y mantener fuego deliberadamente hace más de 400.000 años, un avance tecnológico que podría haber sido clave en su evolución.
El control del fuego representó un salto decisivo para nuestros antepasados. No solo proporcionaba calor y protección contra depredadores, sino que permitía cocinar alimentos, lo que ampliaba las opciones dietéticas y posiblemente contribuyó al desarrollo cerebral al facilitar la digestión de nutrientes más complejos. Además, el fuego fomentó innovaciones como la creación de adhesivos para herramientas con mango y espacios iluminados que favorecían la interacción social.
Aunque hay rastros de uso de fuego en asentamientos humanos de más de un millón de años —principalmente aprovechando incendios naturales como los provocados por rayos—, determinar cuándo los humanos aprendieron a encenderlo bajo demanda ha sido un desafío. Hasta ahora, las pruebas más antiguas de ignición intencionada databan de unos 50.000 años, en yacimientos neandertales en Francia, donde se encontraron hachas de sílex posiblemente usadas para golpear pirita y generar chispas.
El equipo liderado por el arqueólogo Nick Ashton, del Museo Británico en Londres, ha cambiado esta cronología. En el sitio de Barnham, una antigua explotación de arcilla, identificaron sedimentos endurecidos por altas temperaturas, hachas de sílex fracturadas por el calor y, crucialmente, dos fragmentos de pirita (un mineral conocido como «oro de los tontos»).
La pirita es extremadamente rara en la zona de Barnham, lo que sugiere que fue transportada deliberadamente desde afloramientos costeros lejanos, probablemente para usarla como herramienta de ignición al golpearla contra el sílex y producir chispas. Estos indicios, datados en alrededor de 400.000 años, apuntan a un uso controlado y repetido del fuego en un hogar específico, descartando causas naturales como incendios forestales tras exhaustivos análisis geoquímicos.
«Estos habitantes comprendían las propiedades de la pirita y la integraban en un kit de ignición», explican los autores del estudio. Ashton ha descrito el descubrimiento como «el más emocionante de mi carrera de 40 años», destacando la sofisticación conductual de estos grupos, probablemente proto-neandertales o neandertales tempranos.
Este dominio temprano del fuego habría ofrecido ventajas adaptativas significativas, como la expansión territorial hacia climas más fríos y una mayor complejidad tecnológica y social. Los investigadores sugieren que prácticas similares podrían haber existido en otros sitios europeos de la misma época, aunque Barnham proporciona la evidencia más concluyente hasta la fecha.
