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BANDERAS: LOS MANTOS SAGRADOS

Desde el conurbano bonaerense, se envían cientos de banderas al año hacia más de treinta países, fabricadas por verdaderos artistas. Tribunas de todo el mundo buscan impregnarse, aunque sea un poco, de la pasión argentina por el fútbol.

Esos millones de personas que salieron a las calles de todo el país, exultantes, desbordadas de la felicidad más plena, sintiéndose inmortales y más poderosas que nunca para celebrar la victoria por penales frente a Francia en Catar son el ejemplo más contundente del peso que tiene el fútbol en este país. En ninguna parte se siente de esta manera, no hay país que lo celebre así. 

Por eso mismo, el fútbol argentino y todo lo que lo rodea, aun en épocas en las que el brillo está ausente de muchos campos de juego locales (ni hablar de los despachos dirigenciales), es de exportación. La Argentina es, de hecho, el tercer país que más futbolistas vende al mundo. La tendencia también se extiende a las tribunas: las canciones que suenan en las canchas nacionales fueron replicadas por hinchadas de todas partes. Puede escucharse a aficionados del Yokohama Marinos, de Japón, entonando una melodía similar a Pasos al costado, de Turf (no llega a ser exacta porque es muy probable que nunca hayan tenido contacto con el tema original, sino directamente con su versión de cancha); a los portugeses del Porto cantando al ritmo de Loco tu forma de ser, hitazo noventoso de Los Auténticos Decadentes; o a la hinchada del Fenerbahçe turco alentar usando Loco de atar, de La Zimbabwe.

Un telón de 90 metros en la tribuna mendocina de Independiente Rivadavia o una bandera con un bulldog abrazando un trofeo en el estadio de los Houston Dynamo de la MLS; un trapo para un equipo de futsal de amigos o uno que se luce en la Piazza di Santa Croce, en Florencia, Italia, escenario de las batallas a todo o nada que implican los partidos del calcio storico. Desde el municipio bonaerense de La Matanza parten las creaciones hacia más de treinta países. Dos talleres ubicados en esa localidad producen decenas de banderas por semana y las reparten por el mundo. Pasión de exportación.

Una bandera es mucho más que un pedazo de tela: puede ser una demostración de amor, de adhesión a una causa, de lealtad, un ejercicio de memoria, un vehículo de mensajes. Una bandera cuenta historias y construye nuevas. Una bandera en una tribuna de fútbol, un “trapo”, es uno de los elementos más valiosos para un hincha. Allí se consigna el vínculo que une a una persona o grupo de personas con el club (y, muchas veces, también con su barrio), se inmortaliza a los ídolos de la institución, se recuerda a familiares o amigos que ya no pueden estar físicamente en la tribuna.

Históricamente, las banderas fueron elaboradas de forma artesanal, en reuniones entre hinchas de un club, muchas veces asado de por medio, donde se repartían las tareas. Con rodillos y brochas, se daba forma a las letras y a algunos dibujos más bien básicos. Poder colgarla en la tribuna es una señal de estatus, un reconocimiento a la frecuencia con la que se asiste, un territorio ganado. Conocedores de lo que implica la bandera propia, el robo de banderas a los rivales se convirtió en una de las peores ofensas que se pueden ejercer.

Foto: Pato Pérez.

Hace 30 años, en 1994, Pepe Perretta tomó un curso de aerografía, impulsado por las ganas de pintar su moto. El resultado no solo lo satisfizo a él, sino que comenzó a ser considerado un artista por sus amigos y conocidos, que le encargaron que pintara algún que otro cuadro, que dibujara algo sobre una moto o un auto y, por qué no, una bandera para alentar a Nueva Chicago, el club del que es hincha. Luego de la crisis de 2001, Pepe se fundió y no encontraba qué rumbo tomar. Apostó, entonces, por dedicarse de lleno a pintar y abrió un taller al lado de su casa, en un pequeño galpón.

En 2004, un amigo fanático de Boca le pidió que le pintara algunas banderas para la fiesta de 15 de su hija. En lugar de carnaval carioca, el plan era que entrara la hinchada con bombos y trompetas. Ya en la fiesta, los muchachos de La 12 quedaron encantados con el trabajo de Pepe y se convirtieron en la primera barra en contratar sus servicios. Se abría así una nueva línea de negocios, que rápidamente se convirtió en la principal fuente de ingresos del taller de Perretta, donde hoy trabajan ocho personas elaborando una veintena de banderas por semana.

Llegar al taller ubicado en Villa Celina es en sí mismo una experiencia: en cuanto la puerta se abre, los parlantes en el techo reproducen el canto de una hinchada alentando a su equipo. Las escaleras, cubiertas de una alfombra verde que simula césped, conducen al campo de juego, una canchita pequeña, con un 10 en lugar del círculo central, donde sucede la magia. Colgadas en sus paredes, las banderas toman forma. Subiendo un piso más, se accede al museo personal de Pepe, repleto de camisetas firmadas por jugadores y líderes de barras de distintas partes del mundo.

El salto al fútbol europeo lo dio sin pensar en la veta comercial, sino por una decisión sentimental. Ante el fallecimiento de su padre, hizo una bandera de veinte metros con su rostro para el FC Francavilla, el equipo del pueblo italiano donde nació y que en ese entonces era presidido por uno de sus primos. El resultado de aquel homenaje fue que otras hinchadas quisieran una bandera similar y se armó una bola de nieve que no para de crecer.

En el mismo municipio, el más extenso y poblado de la provincia de Buenos Aires, pero en la localidad de Isidro Casanova, hace unos cinco años se instaló Aerografía del Oeste, donde confluyeron artistas que habían trabajado antes en otro taller de la zona y que, luego de boyar por otros empleos, le dieron forma al espacio donde pintan entre doce y quince banderas cada semana. Aerógrafo en mano, las tareas se distribuyen entre cinco pintores más bien generalistas, que se encargan fundamentalmente de escudos y letras, y dos más específicos: uno especializado en retratos, y el otro en dibujos personalizados.

Iván Cespón es el artista que, entre muchos otros dibujos, dio vida a un toro embravecido sosteniendo un chop de cerveza junto al escudo de Alvarado de Mar del Plata y a un bulldog tomando el trofeo de la MLS estadounidense, al lado de la insignia de los Houston Dynamo. De chico llenaba apasionadamente cuadernos con sus dibujos, y con el tiempo se formó como caricaturista en la escuela de Luis Ordoñez. Su vuelo artístico se vio interrumpido por las necesidades económicas y, ante la falta de mercado para sus obras, trabajó como ayudante de albañil durante un tiempo y luego fue empleado en un sindicato.

Hincha de Almirante Brown, las primeras banderas que pintó fueron las que él mismo llevaba a la cancha. Poco a poco, la tribuna se pobló con sus creaciones, a pedido de amigos y conocidos. Allí, precisamente, en ocasiones especiales se luce uno de sus trabajos favoritos: “Es un telón de 70 metros por 20, que nos llevó como diez días de trabajo. Tiene una fragata enorme en el medio, y para mí es una locura verlo desplegado. Estar ahí, en mi cancha, con mi familia y los amigos, viendo la alegría que les produce a todos esa bandera, para mí es una emoción y un orgullo muy grandes”, confiesa.

Foto: Pato Pérez.

Por su trabajo, tanto Iván como Pepe cruzaron la barrera de los colores ajenos. Pintaron banderas de rivales de sus clubes con la misma dedicación e idéntico profesionalismo que cuando lo hacen para la tribuna amada. Para Pepe, uno de los mejores momentos de su trabajo es cuando lo invitan a la inauguración de un telón: “Son mantos sagrados, hay mucho sacrificio y expectativas detrás de cada uno. Estar presente cuando lo bajan es impactante. No muchos artistas tienen la posibilidad de ver en vivo cómo treinta, cuarenta o sesenta mil personas contemplan su obra. Yo sí. Veo a abuelos, padres e hijos abrazados, o cantando mientras lloran, mientras le sacan fotos a una bandera que hice yo. No hay plata en el mundo que pueda pagar esa satisfacción”, se entusiasma.

Según consigna un artículo de El País, hay alrededor de 200 artistas en la Argentina que pintan y exportan banderas para estadios de fútbol y, en menor medida, otros deportes. Aun en tiempos de crisis, cuando el bolsillo pide recortar gastos y abocarse a lo esencial para llegar a fin de mes, los hinchas nacionales se las arreglan para encargar nuevos trapos. Algunas señales que indican la situación económica son el tamaño y color de la tela (una bandera de fondo blanco es más barata, porque necesita menos manos de pintura), la complejidad artística requerida (que redunda en más o menos horas de trabajo) y los plazos de pago una vez que el trabajo está terminado. Mientras tanto, los encargos del exterior ganan terreno: en Aerografía del Oeste eran un 20 por ciento del total, y hoy ya son la mitad.

La calidad del producto, el vuelo de los dibujos y la responsabilidad de los talleres son algunos de los elementos que valoran los clientes. Pero puestos a pensar por qué desde lugares como Dinamarca o Grecia contratan a talleres del Gran Buenos Aires y no a uno más cercano, tanto Iván como Pepe coinciden en que es el aura del fútbol argentino lo que les otorga un diferencial. Como si en esa tela viajara también un poco de la mística y la gloria de las tribunas argentinas.

 

MÁS ALLÁ DE LAS BANDERAS

Iván y su socio, Raúl Fernández, de Aerografía del Oeste, comenzaron a diversificarse. En paralelo a las banderas, también con el aerógrafo dibujan remeras y camperas, con el mismo estilo futbolero y de cancha que imprimen a los trapos. Además, pintan murales donde los convoquen, e Iván realizó dibujos para el sitio de Almirante Brown. Muchos de esos dibujos se convirtieron en tatuajes de hinchas.

Pepe, por su parte, tiene la idea fija de abrir una sucursal en los Estados Unidos. Ya fue contratado por casi todas las hinchadas de la MLS y quiere aprovechar un contexto en el que la demanda podría crecer: con Messi jugando en aquella liga y el mundial de 2026 que tendrá a los países del norte del continente americano como sedes, el clima futbolero requerirá banderas que lo decoren. Como objetivo secundario, espera alcanzar otros deportes, como el fútbol americano, el béisbol o el básquet.

 

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