Educación ambiental y cuidado del bosque nativo son los ejes que distinguen a la Escuela Municipal Dr. Jorge Orgaz, ubicada en un barrio arbolado de las afueras de la ciudad de Córdoba. Vivero, lombricario, libros, aula al aire libre y mucho más.
Fotos: Sebastián Salguero
La semilla está acá”, dice Camilo sin reparar en la metáfora. Mira a los ojos y abre sus manos para mostrar una de las frágiles láminas, casi transparentes, de la que podrá germinar con el paso del tiempo un ejemplar de quebracho blanco. Uno tan alto y majestuoso como el que se despliega sobre el resto de los árboles del bosque donde respira esta escuela que lleva el nombre de un médico que llegó a ser rector de la universidad nacional y protagonista de la famosa Reforma del 18 en Córdoba. En Villa Rivera Indarte, a 22 kilómetros del centro de la ciudad capital, en la periferia noroeste que mira a las sierras chicas, está ubicada la Escuela Municipal Dr. Jorge Orgaz, a la que asiste Camilo, un niño inquieto de diez años que sueña con ser abogado.
“Pasen, vean”, invita Camilo, dispuesto a explicar cómo es el procedimiento para que esa semilla que voló junto a otros cientos de semillas sobre el patio pueda finalmente echar raíz y empezar a pensar en ser grande.
IMPRONTA
Desde sus inicios, hace casi cuarenta años, la Jorge Orgaz estuvo vinculada a la naturaleza. “Esto tiene que ver, en parte, con la localización, ya que estamos ubicados en una zona de protección de bosque nativo que va desde el Canal Maestro hasta Saldán (localidad que se encuentra a seis cuadras de la escuela y que limita con la ciudad de Córdoba). Toda esta franja es de bosque nativo, y las únicas construcciones que hay son la iglesia, el centro vecinal, esta escuela y la Paulo Freire, que es la secundaria que está enfrente. No se puede construir en esta franja”, explica la directora. Maestra de nivel inicial y licenciada en Ciencias de la Educación, Fabiana Peralta es docente de escuelas municipales desde hace 31 años y directora de esta desde hace más de seis. “La elegí por el lugar en donde está ubicada, aunque quedaba lejos de mi casa, porque me gusta la naturaleza, los árboles, los pájaros, las calles de tierra”, afirma Fabiana.
Pero esta impronta “verde” está también directamente vinculada al trabajo sostenido en el tiempo tanto de docentes y directivos como de las familias y los chicos, que fueron traduciendo infinidad de proyectos institucionales en cambios concretos en el modo de mirar y convivir con la naturaleza. Cambio de hábitos y toma de conciencia en favor de su hábitat.
En la biblioteca de la escuela, donde María Cristina Gómez da clases de apoyo a los alumnos que lo necesitan, el sol que se cuela por la ventana da de lleno sobre los libros hechos por los chicos. Fabiana muestra el dedicado a Atahualpa Yupanqui, un libro-objeto de gran tamaño que completaron después de la pandemia; Los 100 Años de Astor Piazzolla, que reproduce los dibujos con los cuales los de tercero y cuarto grado retrataron al músico; y también Córdoba Vuela, realizado para el aniversario 450 de la ciudad, con el que los de primero y segundo a la vez que fueron descubriendo e identificando las aves de la zona en caminatas por el barrio plasmaron esa información en pequeñas fichas en las que ejercitaron la escritura y reescritura.
Lengua, música, ciencias, artes visuales, todo tiene que ver con la naturaleza.
SU FORTALEZA
“En el proceso, lo primero es llenar los recipientes con esa tierra. Vean, por favor: empezamos con estas palitas que hicieron con las botellas de plástico los chicos del otro grado. Les pusimos un poco de agua y después la semilla del quebracho blanco. Pero un dato importante es que no se rompa el palito ese que está en el medio de la semilla, porque si se rompe, eso no lo va a dejar crecer, porque en ese palito está su fortaleza, esa va a ser su raíz, por eso la ponemos para abajo, la tapamos con más tierra y esperamos hasta que crezca”, sigue explicando Camilo, con lujo de detalles.
La seño Cristina remueve la tierra del lombricario. La docente explica que los chicos de los distintos grados aportan los sachets de leche o de yogur que usaron en sus casas. “Una vez limpios y secos, los cargamos con el humus de lombrices que después vendemos, y con el cual luego compramos útiles”, afirma. “Ponele bastante agua a las macetas negras”, le indica a Camilo. “Hay que remover bien hasta que aparezca alguna lombriz. Ya se empiezan a ver abajo”, dice mientras mueve otra vez la tierra con un palito.
A unos metros de allí está el vivero, el que trabajan de manera conjunta con la organización Green Drinks. “Ellos vienen los sábados y además de tener una instancia de formación con algunos vecinos y alumnos egresados, también organizan eventos para ir a plantar especies en toda la zona. En este momento, tenemos más de doscientos árboles nativos”, afirma la directora.
«Podemos ver que hay más conciencia respecto del cuidado del medioambiente».
Fabiana Peralta.
En todos estos años de llevar a la práctica la educación ambiental, algunos resultados están a la vista, otros, seguramente, se transmitan más imperceptiblemente de generación en generación. “De la observación directa y de la charla con los chicos y las familias, podemos ver que hay más conciencia respecto del cuidado del medioambiente. Están atentos cuando se producen incendios forestales y traen las noticias a la escuela. Casi en su totalidad, han desterrado la honda para cazar pajaritos, que era una práctica muy común en el barrio, porque no había conciencia. Hoy, si alguno lo hace, hay otro que lo cuenta y eso se charla en el aula”, explica Fabiana.
Otro de los cambios positivos se dio en relación al manejo de los residuos por parte de algunas familias del barrio que se dedican a la recolección. Por ejemplo, uno de los terrenos ubicados en la zona de protección de bosque nativo que fue utilizado durante años para el acopio de residuos, con el trabajo sostenido de la escuela y la ayuda de la municipalidad se transformó en una cancha de fútbol donde los chicos juegan y entrenan.
Sin embargo, como sucede en el resto del país, una vez que los chicos egresan de la primaria, las cifras de interrupción de sus estudios son muy elevadas. “En un alto porcentaje, no terminan la secundaria. Sí hay una pequeña porción con estudios universitarios incompletos, porque entre otras cosas, aparece la maternidad muy pronto, que es un tema por trabajar, y las obligaciones que conlleva, fundamentalmente para las mujeres”, puntualiza la directora.
El sol cae perpendicular sobre los techos de chapa y la temperatura sube sin piedad a esta hora del mediodía. Afuera, los árboles ofrecen un techo fresco y en constante movimiento, como los chicos que juegan en el patio, como los chicos que siguen de cerca la clase de inglés en el “aula al aire libre”, un espacio pensado especialmente para estos días de calor y para los de mucho frío, pero con solcito.
Acá, el adentro es el afuera. Y viceversa.
Fabiana, que se jubilará pronto, está satisfecha con lo alcanzado como directora. “Muchos de los chicos que vienen a la escuela viven situaciones muy difíciles, así que si en estas cuatro horas podemos darles un espacio de felicidad y de aprendizaje, creo que algo vamos a cambiar en ese adulto que será algún día. Aunque sea, el recuerdo feliz de haber ido a la escuela”, afirma la maestra de ojos tan verdes como las hojas de los árboles.
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ORIGEN
Varias de las 38 escuelas municipales de la ciudad de Córdoba, ubicadas todas ellas en barrios periféricos, nacieron en el living o en el garaje de una casa. Es el caso de la Dr. Jorge Orgaz, que en marzo de 1984 inició el ciclo lectivo en la casa de la familia Fajardo, con los primeros estudiantes: 50 inscriptos en 1° y 2° grado. En simultáneo, se comenzó con la construcción de la escuela en un gran terreno arbolado, la que se inauguró el 17 de junio de 1988.