Tener un perro o un gato, hacer safaris fotográficos o visitar una reserva natural son buenas maneras de relacionarse con el mundo animal. Pero hay personas que emprenden otras prácticas, considerando a los ejemplares de ciertas especies un medio para un fin recreativo, un objeto de lujo o incluso un artículo de decoración para el hogar.
El tráfico ilegal de animales en nuestro país no solo puede llegar al absurdo en algunos casos, sino que es también un problema grave para la biodiversidad, en especial para algunas especies que están en peligro de extinción. Además, la actividad atenta contra el patrimonio nacional con implicancias económicas, sociales, ecológicas, sanitarias y de bienestar animal.
Según la Red Argentina Contra el Tráfico de Especies Silvestres (Ractes), el 80 por ciento del tráfico ilegal de especies silvestres en nuestro país es de aves. De entre ellas, el grupo más grande corresponde a las cantoras y las ornamentales. Después, en menor medida, se encuentran las rapaces para cetrería, un mercado que va en aumento. También afecta a unas 20 especies de reptiles y 15 de mamíferos, muchas de las cuales están en la categoría de amenaza, lo que agrega mayor presión a la merma de su población por pérdida, degradación y destrucción del hábitat natural.
El tráfico de fauna, que se calcula genera unos 17.000 millones de dólares por año en el mundo, provoca un desequilibrio en el ambiente no solamente por la pérdida del animal que se trafica, sino por cómo afecta a su núcleo cercano y por el impacto en la cadena alimentaria. Genera también daños económicos, sociales y sanitarios propagando enfermedades que pueden contagiar al ser humano.
“Dicen que es el tercer negocio luego del de las drogas y el de las armas, pero está junto con el tráfico de niños, de arte, de restos paleontológicos y arqueológicos. Es lo que uno trata de hacer entender a los legisladores: que es todo lo mismo”, plantea a Convivimos Jennifer Ibarra, médica veterinaria y presidenta de la Fundación Cullunche y de la Ractes.
A lo que se refiere Ibarra es que, como indica el Manifiesto Ractes en su 10° Encuentro realizado el año pasado, “el comercio ilegal de fauna utiliza los mismos canales e implica en muchos casos a los mismos individuos que trafican drogas, armas o personas”. “Esta actividad evade impuestos, falsifica, adultera documentación y soborna autoridades”, agrega.
Como zonas críticas de tráfico de animales, los especialistas señalan a Salta, Jujuy, Chaco, Formosa y Misiones, desde donde pasan a Paraguay, Bolivia y Brasil. “Los grandes centros de consumo, donde hay demanda, y por eso hay oferta, son Buenos Aires, Rosario, Córdoba y Mendoza. Son los que más compran fauna. Y las provincias del norte son las proveedoras, por la biodiversidad que poseen”, detalla Ibarra.
MASCOTISMO O DECORACIÓN
¿Cuál es el destino de los animales traficados? “Los buscan sobre todo como mascotas y ornamentales; por ejemplo, alguien que desea adornar el patio de su casa y quiere tener flamencos y tucanes”, comenta Ibarra.
“Mucha gente los adquiere porque ama a los animales y quizás el desconocimiento hace que suceda todo esto por detrás y no lo sepa. Y después están también los grandes coleccionistas, que buscan especies más raras o productos como cueros y pieles y subproductos como billeteras, zapatos. Es un mercado que se mueve tanto nacional como internacionalmente”, menciona, en conversación con Convivimos, Cecilia Maqueda, coordinadora del Programa de Tráfico Ilegal de Fauna Silvestre de Aves Argentinas, que realiza investigación, educación y difusión para la comunidad, las fuerzas de seguridad, los organismos de control y otras dependencias públicas.
“Durante muchos años, una de las causas de extinción del yaguareté fue la caza por el cuero, por la piel. Actualmente, ese tráfico no existe más”, relata a Convivimos Norberto A. Nigro, presidente y uno de los fundadores de la Red Yaguareté. “Lo que sí quedó es la costumbre de agrupaciones que se definen como tradicionalistas, se visten de gauchos y hacen desfiles a caballo: partes de los aperos (monturas) se hacen con piel de yaguareté”, acota.
“Es un mercado chico, pero todavía activo. Hasta hace unos años, encontrabas ofertas en todos lados: en Mercado Libre o De Remate cada tanto aparecía un cuero”, indica. Consultado por la falta de controles, opina que “es un país grande, no hay mucha voluntad y hay mucha corrupción”.
“Hay tráfico porque hay connivencia de algunos sectores y gobiernos, porque no puede ser que desde siempre haya cosas que no se solucionan o que han empeorado, como el tráfico de venta en Santiago del Estero, donde la gente sigue comprando animales en la ruta, o en las rutas del NEA, entre Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe o camino a Misiones. Se sabe y siguen haciendo la vista gorda”, coincide Ibarra, quien menciona que en las rutas se venden tortugas de tierra, monos y aves de todo tipo.
La médica veterinaria indica que para denunciar el tráfico de animales silvestres es necesario ponerse en contacto con la Dirección de Fauna de cada provincia. O se puede acudir a las ONG involucradas para obtener orientación, como Aves Argentinas o Ractes.
“Nosotros tratamos de derivarlos a personas de confianza. Es necesario tener en cada repartición personas de confianza que sabés que no van a filtrar la información, porque muchos tienen sus contactos, sus políticos amigos, sus funcionarios amigos. Entonces no se actúa”, advierte Ibarra.
En 2020, con el confinamiento, el tráfico de animales encontró su lugar en Internet. La centenaria organización Aves Argentinas realizó un estudio para el que creó perfiles en Facebook pretendiendo ser personas interesadas en las aves de jaula. Entre enero de 2020 y mayo del 2024, el Programa de Tráfico Ilegal de Fauna Silvestre de la organización pudo detectar 70 grupos y páginas de compraventa de especies con 3624 registros de venta de animales silvestres. La mayoría eran de Buenos Aires (64 por ciento), Córdoba (8 por ciento), Catamarca (8 por ciento) y Santiago del Estero (4 por ciento).
Fueron ofrecidos 9088 individuos de 107 especies silvestres, incluyendo un mamífero, 5 reptiles y 101 aves (el 10 por ciento de todas las aves del país), dice el informe que fue presentado a la Fiscalía de la Ciudad de Buenos Aires, y próximamente hará lo propio en otras fuerzas y organismos. También se vendían teros, ñandúes, loros, lechuzas, halcones, chimangos y gavilanes, tortugas acuáticas y terrestres, y lagartos overos y colorados. De las especies detectadas, 18 de ellas cuentan con algún grado de amenaza a nivel nacional, y ocho a nivel internacional, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
“Si comparamos las publicaciones del 2014 con las del 2023 notaremos que hubo un incremento del 800 por ciento”, dice el informe, que a su vez muestra que el fenómeno evolucionó con el uso de las nuevas tecnologías, como lo indica la aparición de avisos para unirse a grupos privados de WhatsApp para la compra y venta de animales.
“Es un sistema más impune para el vendedor, porque se exponen y no pasa nada, no hay controles”, apunta Maqueda, quien relata que algunos de esos casos fueron investigados por la Policía y se pudo dar con organizaciones implicadas en varias provincias.
PROPUESTAS
“Yo creo que en materia legislativa estamos casi igual. Las leyes son las mismas. Estaría bueno generar penas más duras, porque la mayoría son administrativas, dinero, pero no hay multas muy grandes. No es una molestia para el traficante”, asegura Maqueda. “Las penas llegan hasta tres años. Nadie va preso por el tema de los animales”, coincide Ibarra.
Hay proyectos para reformar la Ley de Fauna Silvestre (Ley N° 22.421), y las organizaciones exigen la capacitación de las áreas que deben aplicarla. Piden el rápido tratamiento de las denuncias y los expedientes. Insisten en crear juzgados ambientales y mecanismos ágiles para denunciar y seguir los procesos judiciales. Y requieren más presencia del Estado nacional para que no sea solo responsabilidad de las provincias.
“Hay mucho desconocimiento, no solo de la población, sino también de las autoridades que tienen que actuar”, garantiza Maqueda y agrega: “Esto, en definitiva, es pérdida de patrimonio de todos los argentinos y de biodiversidad de todos los argentinos. Esto nos pertenece a todos”.
¿Y DESPUÉS QUÉ PASA?
Rescatar animales en tráfico es una tarea heroica de las fuerzas de seguridad, de las organizaciones ambientalistas que trabajan para desbaratar a las agrupaciones de trata y de los individuos que se animan a denunciarlas, pero el camino no termina ahí.
Un animal rescatado no necesariamente puede ser devuelto a su hábitat natural. De hecho, el 90 por ciento de la fauna traficada muere durante la captura o el traslado, y solo la mitad de los que sobreviven logran ser reinsertados. Las condiciones en las que se los encuentra, el tiempo que fueron mantenidos en cautiverio, si la especie es exótica o autóctona, y otros factores van a determinar eso.
Hay ocasiones en que pueden necesitar rehabilitarse antes de ser liberados. Para eso existen los santuarios o centros de rescate que ofrecen condiciones de bienestar animal adecuadas donde ellos pueden alimentarse, recuperarse y desenvolverse libremente, pero a la vez estar protegidos. Hay decenas de ellos en la Argentina y algunos reciben hasta 1500 animales al año.