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UN DICHO CON MUCHO RUIDO

Los dichos son utilizados por las sociedades para transmitir mensajes y aprendizajes a tener en cuenta en la vida y transmitir historias. “Mucho ruido y pocas nueces” no escapa a ese mandato, pero reúne más condimentos, incluida una comedia de Shakespeare.
Los dichos son utilizados por las sociedades para transmitir mensajes y aprendizajes a tener en cuenta en la vida y transmitir historias. “Mucho ruido y pocas nueces” no escapa a ese mandato, pero reúne más condimentos, incluida una comedia de Shakespeare.

De “mucho ruido y pocas nueces” se pueden encontrar registros desde hace varios siglos. Sobre su significado básico no hay dudas: remite a la idea de que las nueces hacen mucho ruido dentro de las bolsas donde son acopiadas y por eso parecen muchas más de las que en verdad son. También, se suma que, al abrirlas, su fruto es pequeño. Pero desde esa aparente simpleza parece haber caído como anillo al dedo a distintos planos de la vida, que van desde la guerra hasta el amor. Uno de los primeros registros se encuentra en el Libro del buen amor (1330).

Un artículo de La Vanguardia recuerda que en El porqué de los dichos (1955), el paremiólogo José María Iribarren se hacía eco de los Discursos espirituales sobre el Génesis, obra de un sacerdote del siglo XVII en la que se lee: “Las nueces, lo que más tienen es ruido y muchas veces están vacías por de dentro, y así, más es el ruido que las nueces”.

También se cuenta que antiguamente se lanzaban nueces al suelo en las celebraciones por el ruido que hacían, de ahí la posible relación entre el ruido y el fruto. 

Otra prueba del arraigo de la frase es que en España la comedia Much Ado About Nothing (1598), de William Shakespeare, se tradujo como “Mucho ruido y pocas nueces”. Se llegó a ese punto porque en español no hay otro modo de decir “mucho sobre lo que en realidad es nada”, que sería la traducción literal del inglés. 

La obra de Shakespeare es una comedia romántica escrita entre 1598 y 1599, que gira, principalmente, en torno a dos fuertes personajes enfrentados, Benedicto de Padua y Beatriz, adversarios irreconciliables y ambos tan ingeniosos, mordaces y sarcásticos como desdeñosos del amor. Se trata de una trama animada por los equívocos, las traiciones y los imprevistos.

En 1993, la adaptación de la comedia de Shakespeare llegó al cine y fue nominada, entre otros, para los premios Globo de Oro, BAFTA, y del Festival de Cannes. Dirigida por Kenneth Branagh, cuenta que el Príncipe Don Pedro de Aragón (Denzel Washington) regresa victorioso de una batalla acompañado de su hermano bastardo Don Juan (Keanu Reeves), de Benedicto (Kenneth Branagh) y de Claudio (Robert Sean Leonard), un joven florentino que ha sido colmado de honores por el gran valor mostrado en el campo de batalla. Son recibidos con gran regocijo por el caballero Leonato, que vive con su hija Hero (Beckinsale) y su sobrina Beatriz (Emma Thompson) en una paradisíaca villa de la campiña siciliana (Mesina). En el siglo XV, Sicilia formaba parte de la Corona de Aragón. 

EL TRAILER

LA LEYENDA DE AMIENS

A la historia del dicho se le adiciona una leyenda. En 1597 en la toma de Amiens (Francia) por parte de los tercios españoles, en un capítulo de las guerras de religión en Francia, un conflicto en el que el rey español Felipe II participó para proteger los intereses de la monarquía católica.

Cuando el maestre de campo Hernán Tello de Portocarrero recibió la orden de asaltar la plaza, en marzo de 1597, se cuenta que en su campamento se escuchó un unísono y jocoso “¡pues va a ser que no!”. Amiens tenía unas murallas sobrecogedoras, y, tras más de un año y medio de campaña, a Portocarrero apenas le quedaban 800 hombres.

Sin embargo, lo consiguió. Utilizó un engaño similar al mito del caballo de Troya. Tello de Portocarrero infiltró en la ciudad a una docena de soldados disfrazados de campesinos, que, tras una pelea con los guardias, lograron bloquear la puerta enrejada y levadiza que protegía las fortalezas con un carromato, dejando el acceso libre a los doscientos infantes que esperaban escondidos en una ermita cercana.

Según una de las versiones del suceso, uno de los falsos campesinos arrojó un saco de nueces al suelo para que los guardias se distrajeran recogiéndolas, y fue entonces cuando asestaron el golpe. Se cree que este matiz es pura fantasía, pero sobrevivió al tiempo y aún hoy, los ciudadanos de Amiens se siguen llamando a sí mismos “les mangeurs de noix” (los comenueces).

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