El mundo va hacia una transición energética. Los vehículos eléctricos son un sueño al que aspirar, y la energía solar y eólica, con sus baterías y celdas de combustible, las computadoras y los celulares son un camino de ida. Pero esto requiere mucho más que la buena voluntad de gobiernos, empresas e individuos para abrazar el cambio.
Citando al Grupo Banco Mundial, para 2050 se necesitarán 3 billones de toneladas de minerales y metales críticos como el litio, el cobalto, el níquel, el manganeso y las tierras raras, que se encuentran mayormente en el sur global. De hecho, Latinoamérica es la mayor fuente de cobre, litio y potasio del mundo, y aloja además otros minerales clave.
“La Argentina, junto con Bolivia y Chile, concentran alrededor del 53 por ciento de las reservas de litio en salmuera a nivel global”, apunta a Convivimos María Laura Castillo Díaz, coordinadora del Programa Altoandinos de la Fundación Argentina de Recursos Naturales (FARN), refiriéndose al llamado “triángulo del litio”.
En nuestro país, la explotación de estos minerales se focaliza en Catamarca, Jujuy y Salta. El más popular entre ellos, el litio, con la capacidad de almacenar energía en baterías pequeñas y livianas, puede encontrarse en los salares del Altiplano donde, de acuerdo con informes de organizaciones ambientalistas, su explotación está causando serios desbalances hídricos e impactos negativos sobre los paisajes, la biodiversidad y los modos de vida de las comunidades, que están estrechamente vinculados a los humedales de altura.
“Coincidimos en que hay que cambiar la matriz energética, pero esta metodología que se utiliza para extraer el litio no es apropiada, no es compatible con la conservación de este lugar”, explica a Convivimos el biólogo Román J. Baigún, coordinador del Programa Conservando los Humedales Altoandinos para la Gente y la Naturaleza de la Fundación Humedales, que forma parte de Wetlands International, quien señala la fragilidad de estos ecosistemas ya de por sí afectados por el sobrepastoreo y el cambio climático.
MUCHO MÁS QUE LITIO
El triángulo del litio se caracteriza por la presencia de salares, lagos, lagunas, vegas y bofedales, todos humedales (algunos de importancia internacional para la Unesco) que proveen servicios ecosistémicos tales como la regulación hídrica. Alojan especies emblemáticas, algunas en peligro de extinción, además de comunidades microbianas de gran valor científico.
Para extraer el litio, el método más frecuente implica bombear la salmuera –el agua donde está disuelto el mineral bajo el salar– con agua salobre y depositarla en piletones hasta que se evapora y da como resultado el carbonato de litio para después generar hidróxido de litio, que es lo que se usa en las baterías. Esto hace descender el nivel freático de toda la zona, lo que afecta a las plantas, que mueren o tienen un desarrollo mucho menor y, por lo tanto, a toda la fauna –aves inclusive–, que tiene que buscar otros lugares (ya de por sí escasos en la Puna), afectando tanto al consumo de esas comunidades como al de su ganado.
Se calcula que, por cada tonelada de carbonato de litio producida, se evaporan entre medio y un millón de litros de agua de salmuera, y se consumen entre 80.000 y 140.000 litros de agua dulce. En este proceso, al perforar la salina, el agua dulce se mezcla con el agua salada, un impacto que es irreversible.
“Estos piletones de evaporación son gigantescos. Te pueden ocupar, en una sola explotación, más de 90.000 canchas de fútbol”, apunta Baigún, y menciona además que los residuos producidos son sales sobreconcentradas que, mezcladas con otros compuestos, se consideran peligrosas y que, sin una correcta disposición final, pueden persistir por décadas.
OTRAS VÍAS
Tanto FARN como la Fundación Humedales se preocupan por remarcar que no se oponen a la minería ni promueven movimientos en su contra. Están abiertos al diálogo con organismos estatales y también en ámbitos internacionales, mientras trabajan con las comunidades afectadas por esta problemática, como en Salinas Grandes y Laguna de Guayatayoc, en la cuenca compartida entre Salta y Jujuy.
Según informó la Secretaría de Minería de la Nación el año pasado, hay 38 proyectos de minería de litio en nuestro país, la mayoría en exploración avanzada. El crecimiento de esta actividad, proyectan, será exponencial en los próximos años.
“En el Salar del Hombre Muerto construyeron una represa y 11 kilómetros de vega ya se secaron. Y ahora están pidiendo permiso para extraer más agua. La Corte Suprema pidió que no se autorice más hasta que hagan un estudio de impacto ambiental. Hasta hace poco había ocho proyectos que querían entrar a Catamarca al mismo salar”, relata Castillo Díaz.
Las ONG expresan el descontento de las comunidades y las acompañan en la defensa de sus derechos y la preservación del ambiente. Denuncian que las empresas incumplen el protocolo de consentimiento previo libre informado y que las evaluaciones de impacto no contemplan las particularidades locales. La Ley de Minería, exigen, debe ser actualizada. La pregunta es: ¿se puede explotar el litio sin estos resultados?
“Hay que buscar metodologías que impacten menos en el consumo de agua”, comenta Baigún, menciona procesos de extracción directa y cita como ejemplo métodos que patentó la Universidad de Buenos Aires, todavía a escala de laboratorio. Hay quienes consideran que el verdadero problema es más profundo.
“No estamos haciendo un real abordaje de las crisis de biodiversidad, de clima, de contaminación, porque no estamos cambiando los patrones de consumo, producción y disposición de los desechos. Los países del sur global necesitan otros caminos para su propia transición y eso no se está explorando. Parece que la respuesta siempre es profundizar el extractivismo en lugar de plantear soluciones construidas a partir de las bases de la sociedad y con toda la ciudadanía”, resume Castillo Díaz.