Las flores, todas las flores, todas. Siempre presentes en diversas culturas reforzando con sus valores simbólicos y estéticos los momentos más trascendentales de nuestra vida. Ellas acompañan, embellecen, alegran, perfuman, inspiran calma y también pueden ser alimento, medicina y sustento económico familiar. De esto último mucho sabe Alejandra Tuma, ingeniera agrónoma magíster, egresada de la Facultad de Ciencias Agropecuarias (FCA), pionera y responsable de la Cátedra de Floricultura de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC): “Obtuve mis primeros sueldos vendiendo las flores que cosechamos como prácticas de estudiantes en el Campo Escuela de la FCA”, cuenta esta agrónoma mientras recorre los surcos, inspeccionando la floración de alelíes que se balancean como juncos, acompañada por las trabajadoras del programa Córdoba Florece en la localidad de Estación Juárez Celman. “Estos alelíes son los mismos que tenían nuestras abuelas en sus jardines y macetas –explica–, pero nosotras cultivamos los de tallo largo, variedades de flores de corte decimos, que son los que podemos comercializar mejor para ramos y arreglos en florerías o viveros”.
Para Alejandra, no hay misterios ni imposibles en el universo de la floricultura. Esta profesional de “manos verdes” sostiene más de dos décadas de enseñanza e investigaciones en el invernadero de la FCA y suma una variada experiencia territorial en España y Portugal, en particular, armando redes de distribución de flores. “Capacité a mujeres inmigrantes brasileras a ganarse la vida comprando flores en Holanda para distribuirlas en la Península Ibérica”, acota, mientras recuerda que con una beca del Instituto Agronómico de Zaragoza estudió marketing e hizo una tesis sobre el azafrán en La Coruña, y que también viajó a Japón a seguir capacitándose en esa meca de la floricultura.
CÓRDOBA FLORIDA
¿Cómo surgió el programa Córdoba Florece? Alejandra narra con detalles los comienzos de esta iniciativa en la que ya participan unas doscientas familias. “Nace a partir de visitar, como asesora en floricultura de Cambio Rural, a distintos cultivadores, y enfrentarme en el norte cordobés ante muchas problemáticas sociales vinculadas al desempleo, la falta de capacitación y oportunidades de crecimiento, sobre todo entre las mujeres. Venía trabajando una idea que era justamente contribuir a través de la floricultura a generar alternativas laborales sustentables. Entonces presentamos desde la facultad un proyecto marco que se denominó Desarrollo Productivo para la localidad de Obispo Trejo, y logramos el financiamiento del Ministerio de Educación de la Nación en el 2019 para implementarlo”. Tuma remarca el entusiasmo que despertó la iniciativa en los municipios, que fueron los primeros en reconocer la potencialidad del cultivo floral orgánico de corte, ya que la provincia de Córdoba debe importar el 80 por ciento de estos cultivos a países como Colombia, Ecuador y Venezuela. A partir de allí, se fueron sumando al proyecto original otras instituciones, como la Universidad Siglo 21 y las fundaciones Potentia y 20 de Noviembre.
OBISPO TREJO
En 2020, “Obispo Trejo Florece” fue la vanguardia del programa que soñaba Alejandra, y hoy es el espejo donde todos los productores quieren mirarse. En esa tierra salitrosa y de clima seco, se construyeron ocho invernaderos donde todo el año se cultivan más de diez variantes de flores, entre ellas, lisianthus, statice, girasoles, lilium. Se comercializan por año unas 130.000 flores de corte. Son 20 familias las que trabajan constituidas en cooperativa. La provincia de Córdoba les aportó el dinero con el que obtuvieron una cámara de frío que le asegurara la conservación en la cadena de comercialización. Un espacio para una buena merienda en medio de los surcos floridos suma valor agregado y atrae al agroturismo.
Este emprendimiento obtuvo reconocimiento, y Alejandra Tuma fue distinguida a nivel nacional (por votación del público) con el premio Abanderados de la Argentina Social 2021 de la Fundación Noble, por su contribución al desarrollo local mediante el trabajo digno en la producción sustentable de flores orgánicas.
JUÁREZ CELMAN
Estación Juárez Celman es una localidad vecina a la ciudad de Córdoba, 19 kilómetros hacia el norte. Allí está desde hace una década el Parque Escuela Agroecológico municipal, que sumó en el 2023 el invernadero del proyecto de floricultura social “Juárez Celman Florece”. A un año de la iniciativa, ya se producen y comercializan flores de corte, y se brindan a los turistas experiencias de interacción con la naturaleza y la gastronomía regional.
“Por necesidad de trabajos genuinos y mejorar los recursos económicos familiares, el municipio hizo un convenio con Córdoba Florece aportando recursos financieros y un espacio en este parque para desarrollar todas las instancias previas a cosechar flores”, afirma Alejandro García, director del parque y agrónomo integrante del equipo de Alejandra Tuma. Mientras ayuda a desmalezar los surcos de las siemprevivas azules, explica que el proyecto contempla varias etapas y que en total dura seis meses. “Primero es el lanzamiento y la inscripción al curso de ingreso, que es abierto, sin necesidad de tener el secundario completo y desde los 18 años, sin límites de edad. Luego, empiezan las capacitaciones interdisciplinarias en floricultura, paisajismo, turismo rural, economía, marketing, cooperativismo y más. En la última parte, viene la producción y cosecha”, puntualiza.
Gladis Avellaneda, mientras corta los alelíes que sembró, dice: “Me encargaron un centro de mesa para un cumpleaños de 60, pero el gran interés mío es hacer cremas terapéuticas sobre la base del poder de las flores”.
DESPEÑADEROS
Acompañando las lomadas de la costanera sobre el río Segundo, en el Balneario Municipal de Despeñaderos –ciudad del Valle de Calamuchita, 50 kilómetros al sur de Córdoba capital–, está el invernadero, rodeado de casi dos hectáreas con cultivos florales y un barcito merendero a cielo abierto, atendido por las mismas jardineras, orgullosas de sus tulipanes: “En junio del 2023 tuvimos la primera cosecha de tulipanes y fue inolvidable, porque llegamos a 1200 ejemplares”, cuenta María Lopresti, integrante de este emprendimiento. “Logramos comercializar muchas variantes de rojos, blancos, amarillos, rosas; de bulbos importados de Holanda que este año ya producimos nosotras”, aclara.
Las asociadas a esta cooperativa de floricultoras tienen mucho para contar y lo hacen sin dejar de labrar la tierra: “Todas nos sumamos a este proyecto buscando el autosustento, pero también disfrutamos mucho con los logros diarios del trabajo compartido”, asegura Natalia Castagnoviz. “Nos vimos en el curso de capacitación; allí nos reconocimos, agrupamos y acordamos todas a pesar de nuestras edades tan diferentes… Yo sería la abuela, ella la madre y otras las hijas”, dice Myriam Gualda, arrancando la risa de sus compañeras.
Cuentan que, sobre este terreno municipal, antes había un basural, y que lo recuperaron a partir de hacer canteros con lavandas, petunias, clavelinas, salvia, peperina y colocar cajones con tulipanes, conejitos, buxus y rosas.
Trabajan de sol a sol, todos los días, y esperan las tardes de primavera para que florezcan los girasoles y puedan servir el té, quizás también con pastelería a base de flores.
CINCO BROTES
Hasta el momento son cinco las experiencias nacidas a partir de este programa. Tres de ellas, localizadas en Obispo Trejo, Juárez Celman y Despeñaderos, que funcionan como cooperativas y están en plena producción, a las que se sumaron Isla Verde, que se encuentra en la etapa de capacitación, y ciudad de Córdoba, también en los inicios de la experiencia.